Venezuela
es un país especial, las reglas del capitalismo están distorsionadas por la
renta petrolera: marca la política grande y la pequeña, todo lo tiñe el
"excremento del diablo".
Aquí
las clases sociales no se forman alrededor de la explotación, la plusvalía cede
lugar al despojo de la renta, las clases se forman de acuerdo a su cercanía con
el grifo petrolero. Los más alejados son los excluidos, los marginales. Los
intermedios consiguen un poco más de migajas, suficientes para la simulación,
son los pequeñoburgueses. Los burgueses se forman en estrecha relación con el
petróleo.
Las
capas de burgueses se forman en días, basta una buena bocanada de petróleo para
dar un salto hacia el confort oligarca. Después el problema será en qué
invertir, y por las dudas, mejor en el exterior, mejor en dólares. Aquí no hay
fortuna que no tenga en sus raíces a la renta petrolera, aquí no hay dólar que
no esté manchado de negro.
La
boliburguesía existe, quién lo duda, sigue las leyes de la economía del país.
También existe un petroproletariado con sus agentes comerciales encargados de
pactar su cuota de renta más que de aliviar la explotación. Los petroexcluidos
viven de la “caza y de la pesca”, con la psiquis del cazador procuran su parte
de la renta, moran en los alrededores de las grandes ciudades, sus cotos de
acecho.
Es
así, somos un país especial que danza alrededor del taladro petrolero, de los
precios internacionales, de eso ha dependido la política: en bonanza, el
gobierno es bueno, cuando la renta no alcanza para mantener simultáneamente a
burgueses y a excluidos explota la sociedad, y entonces el componente político
debe ser renovado mientras esperamos otro viento petrolero a favor.
Chávez
ensayó el milagro de romper esa dinámica perversa con sabiduría y
extraordinaria esencia socialista, es decir, con extraordinario amor a la
humanidad. Emprendió el camino de cambiar el destino de la renta, usarla para
fundar una nueva relación, al principio se distribuyó siguiendo prioridades
inéditas, el pago de la deuda social, pero también elevar el nivel cultural de
los excluidos, ese es el sentido de las misiones educativas. Luego debía venir
el salto hacia otra forma de relación entre nosotros: usar la renta para
instaurar una economía que sustentara la relación humana amorosa, hacer la
Revolución… intentar ese salto le costó la vida.
Ahora,
en el desconcierto por aquel asesinato, en medio del duelo, se impone con
inusitada rapidez la tradición. La renta vuelve a distribuirse con sus reglas
centenarias, la petroburguesía sigue brotando a su sombra y la reclama toda, el
subsidio a los excluidos cada día merma más. Inexorable, el ciclo sigue
girando.
La
única manera de luchar contra la boliburguesía, la corrupción, es luchar contra
la realidad que les da origen, la economía rentista. Y esto no es posible sin
ir al Socialismo. Es un espejismo, una distracción, luchar contra la corrupción
y las petroburguesías, dejando intactas las relaciones capitalistas.
El
combate es contra el capitalismo para acabar con la corrupción y las
petroburguesías, que son su consecuencia. Hablar mal del capitalismo, endosarle
a sus valores la corrupción y simultáneamente estimularlo, es como querer
vaciar el mar con un colador.
Las pretensiones de poner el futuro en manos del
capitalismo, del egoísmo, sólo pueden reproducir la apropiación tradicional de
la renta y la derrota del intento revolucionario. La única salida es seguir
evolucionando por el camino de Chávez, ir al Socialismo, usar la renta para
crear propiedad social de los medios de producción administrados por el Estado
Nacional, entrelazada con la Conciencia del Deber Social, lo demás es cuento, o
como dice aquel filósofo, pirotecnia verbal.
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