11 abr. 2009

Cristo de las Trincheras

Cristo das Trincheiras

9 Abril 2009 por Pablo Mora

A Mons. Mario del Valle Moronta Rodríguez

ct1 A ras de lluvia, patria, soledad y espera. Impetuosamente y sin reparo alguno. En homenaje al histórico Cristo de las Trincheras, el que reposa en el Mosteiro da Batalha – Portugal -. Sin una mano, sin pies, después de haber estado en el frente, de sol a sol, entre borrasca, plomo y lluvia, en una y otra guerra, a ras de guerra, hoy, permanente lámpara votiva en la ruinosa oscuridad de un vetusto monasterio, espeluznando al mundo en fantasmal plegaria. Cristo, el hombre, eternamente, un gran dolor en viaje, en esta ominosa hora menguada, turbia, oscura, lluviosamente nocturna, en esta hora humosa que en sombras nos envuelve. Sed de mundo, cerviz de noche, contrito, solitario y muerto. Cristo pobre, pobre - pobre… del pobre… buen hermano, bueno, colérico cordero al descubierto, nuevamente con látigo inclemente arrojando a los nuevos mercaderes, tan pierna arriba en su agonía, al aire el brazo, en ademán resuelto y justiciero, combatiente, insurgente, fiel miliciano… Tú – el revolucionario más valiente -. Tú – el más rebelde y noble montonero -. ¡Sal de tu iglesia! ¡Coge la montaña! ¡Y a quienes luchan rige y acompaña en tan heroica y santa rebeldía!


Cristo de las trincheras, Cristo ahumado,
al frente de la guerra, guerrillero,
frente al hambre, pedazo de madero,
entre la guerra con color tostado.
Al descubierto, roto, desolado,
fuego encendido, fuego prisionero;
en la trinchera, siempre de primero,
de la batalla el Cristo mutilado.
De trinchera en trinchera, chispa, lumbre,
encendido en amor, enfogarado,
en sangre, en ruego, en alba y mansedumbre.
Cristo de La Batalha, iluminado,
en lanza, en ristre, en cruz, en muchedumbre,
al hombre ruega en llamarada alzado.

Pablo Mora (Poeta Táchirense)


1 comentario:

Anónimo dijo...

JESÚS, EN SU TRINCHERA, GUERRILLERO

PABLO MORA


Jesús, volcado sobre el mundo, injerto
entre los continentes y los mares,
sobrepasa el fragor de los azares
y acampa en el confín de cada puerto.

Jesús, con el mensaje al descubierto,
despliega su bondad entre los lares
y apacigua el dolor, los avatares,
con hondo afán entre su amor despierto.

Artífice de paz y sobrehumano
bastión por su evangelio altivo, ardiente,
fragua la hermandad en cada hermano.

Y es símbolo de amor incandescente,
para el mundo Patriarca Soberano,
con veinte siglos en su enhiesta frente.


Jesús, en el zaguán contemplativo,
le señala al mendigo su sendero;
le acompaña en su duro derrotero
y prodiga el milagro, compasivo.

Jesús, el incansable, pensativo,
escándalo, abatido, prisionero;
Jesús, la encarnación del misionero,
entre la historia un punto suspensivo.

Jesús, en cada amanecer presente,
convierte las tinieblas en aurora
y expande por el orbe su simiente.

Jesús, con su mirada abrasadora,
al desgranar perdón al penitente
eternízase en su obra redentora.


Jesús, radiante péndulo del mundo,
precisa cada horario de la historia
y surca los solares de la gloria
con claro acento y con compás rotundo.

Jesús, paciente, fraternal, fecundo,
enclavado en la cruz de la victoria,
martilla al peregrino la memoria
con ancha paz y con amor profundo.

Jesús, en el pesebre, en el Calvario,
Jesús, pastor, hermano, misionero,
Jesús, inconfundible visionario.

Jesús, en los olivos, prisionero.
Jesús, el del proverbio lapidario.
Jesús, en su trinchera, guerrillero.
Tú que sin duda fuiste el más valiente
de los hombres. El revolucionario
que prefirió morir en el Calvario
antes que doblegarse mansamente.

¡Sal de tu Iglesia! ¡Coge la montaña!
Y a quienes luchan rige y acompaña
en tan heroica y santa rebeldía!