31 dic. 2010

"El cuento de navidad de Auggie Wren", de Paul Auster

Pero cuando uno lee, cuando se constituye como lector, estira el brazo precisamente hacia los estantes que más le alejan.
G.P.



Le oí este cuento a Auggie Wren. Dado que Auggie no queda demasiado bien en él, por lo menos no todo lo bien que a él le habría gustado, me pidió que no utilizara su verdadero nombre. Aparte de eso, toda la historia de la cartera perdida, la anciana ciega y la comida de Navidad es exactamente como él me la contó.

Auggie y yo nos conocemos desde hace casi once años. Él trabaja detrás del mostrador de un estanco en la calle Court, en el centro de Brooklyn, y como es el único estanco que tiene los puritos holandeses que a mí me gusta fumar, entro allí bastante a menudo. Durante mucho tiempo apenas pensé en Auggie Wren. Era el extraño hombrecito que llevaba una sudadera azul con capucha y me vendía puros y revistas, el personaje pícaro y chistoso que siempre tenía algo gracioso que decir acerca del tiempo, de los Mets o de los políticos de Washington, y nada más.

Pero luego, un día, hace varios años, él estaba leyendo una revista en la tienda cuando casualmente tropezó con la reseña de un libro mío. Supo que era yo porque la reseña iba acompañada de una fotografía, y a partir de entonces las cosas cambiaron entre nosotros. Yo ya no era simplemente un cliente más para Auggie, me había convertido en una persona distinguida. A la mayoría de la gente le importan un comino los libros y los escritores, pero resultó que Auggie se consideraba un artista. Ahora que había descubierto el secreto de quién era yo, me adoptó como a un aliado, un confidente, un camarada. A decir verdad, a mí me resultaba bastante embarazoso. Luego, casi inevitablemente, llegó el momento en que me preguntó si estaría yo dispuesto a ver sus fotografías. Dado su entusiasmo y buena voluntad, no parecía que hubiera manera de rechazarle.

Dios sabe qué esperaba yo. Como mínimo, no era lo que Auggie me enseñó al día siguiente. En una pequeña trastienda sin ventanas abrió una caja de cartón y sacó doce álbumes de fotos negros e idénticos. Dijo que aquélla era la obra de su vida, y no tardaba más de cinco minutos al día en hacerla. Todas las mañanas durante los últimos doce años se había detenido en la esquina de la Avenida Atlantic y la calle Clinton exactamente a las siete y había hecho una sola fotografía en color de exactamente la misma vista. El proyecto ascendía ya a más de cuatro mil fotografías. Cada álbum representaba un año diferente y todas las fotografías estaban dispuestas en secuencia, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, con las fechas cuidadosamente anotadas debajo de cada una.

Mientras hojeaba los álbumes y empezaba a estudiar la obra de Auggie, no sabía qué pensar. Mi primera impresión fue que se trataba de la cosa más extraña y desconcertante que había visto nunca. Todas las fotografías eran iguales. Todo el proyecto era un curioso ataque de repetición que te dejaba aturdido, la misma calle y los mismos edificios una y otra vez, un implacable delirio de imágenes redundantes. No se me ocurría qué podía decirle a Auggie; así que continué pasando las páginas, asintiendo con la cabeza con fingida apreciación. Auggie parecía sereno, mientras me miraba con una amplia sonrisa en la cara, pero cuando yo llevaba ya varios minutos observando las fotografías, de repente me interrumpió y me dijo:

—Vas demasiado deprisa. Nunca lo entenderás si no vas más despacio.

Tenía razón, por supuesto. Si no te tomas tiempo para mirar, nunca conseguirás ver nada. Cogí otro álbum y me obligué a ir más pausadamente. Presté más atención a los detalles, me fijé en los cambios en las condiciones meteorológicas, observé las variaciones en el ángulo de la luz a medida que avanzaban las estaciones. Finalmente pude detectar sutiles diferencias en el flujo del tráfico, prever el ritmo de los diferentes días (la actividad de las mañanas laborables, la relativa tranquilidad de los fines de semana, el contraste entre los sábados y los domingos). Y luego, poco a poco, empecé a reconocer las caras de la gente en segundo plano, los transeúntes camino de su trabajo, las mismas personas en el mismo lugar todas las mañanas, viviendo un instante de sus vidas en el objetivo de la cámara de Au-ggie.

Una vez que llegué a conocerles, empecé a estudiar sus posturas, la diferencia en su porte de una mañana a la siguiente, tratando de descubrir sus estados de ánimo por estos indicios superficiales, como si pudiera imaginar historias para ellos, como si pudiera penetrar en los invisibles dramas encerrados dentro de sus cuerpos. Cogí otro álbum. Ya no estaba aburrido ni desconcertado como al principio. Me di cuenta de que Auggie estaba fotografiando el tiempo, el tiempo natural y el tiempo humano, y lo hacía plantándose en una minúscula esquina del mundo y deseando que fuera suya, montando guardia en el espacio que había elegido para sí. Mirándome mientras yo examinaba su trabajo, Auggie continuaba sonriendo con gusto. Luego, casi como si hubiera estado leyendo mis pensamientos, empezó a recitar un verso de Shakespeare.

—Mañana y mañana y mañana —murmuró entre dientes—, el tiempo avanza con pasos menudos y cautelosos.

Comprendí entonces que sabía exactamente lo que estaba haciendo.

Eso fue hace más de dos mil fotografías. Desde ese día Auggie y yo hemos comentado su obra muchas veces, pero hasta la semana pasada no me enteré de cómo había adquirido su cámara y empezado a hacer fotos. Ése era el tema de la historia que me contó, y todavía estoy esforzándome por entenderla.

A principios de esa misma semana me había llamado un hombre del New York Times y me había preguntado si querría escribir un cuento que aparecería en el periódico el día de Navidad. Mi primer impulso fue decir que no, pero el hombre era muy persuasivo y amable, y al final de la conversación le dije que lo intentaría. En cuanto colgué el teléfono, sin embargo, caí en un profundo pánico. ¿Qué sabía yo sobre la Navidad?, me pregunté. ¿Qué sabía yo de escribir cuentos por encargo?

Pasé los siguientes días desesperado; guerreando con los fantasmas de Dickens, O. Henry y otros maestros del espíritu de la Natividad. Las propias palabras "cuento de Navidad" tenían desagradables connotaciones para mí, en su evocación de espantosas efusiones de hipócrita sensiblería y melaza. Ni siquiera los mejores cuentos de Navidad eran otra cosa que sueños de deseos, cuentos de hadas para adultos, y por nada del mundo me permitiría escribir algo así. Sin embargo, ¿cómo podía nadie proponerse escribir un cuento de Navidad que no fuera sentimental? Era una contradicción en los términos, una imposibilidad, una paradoja. Sería como tratar de imaginar un caballo de carreras sin patas o un gorrión sin alas.

No conseguía nada. El jueves salí a dar un largo paseo, confiando en que el aire me despejaría la cabeza. Justo después del mediodía entré en el estanco para reponer mis existencias, y allí estaba Auggie, de pie detrás del mostrador, como siempre. Me preguntó cómo estaba. Sin proponérmelo realmente, me encontré descargando mis preocupaciones sobre él.

—¿Un cuento de Navidad? —dijo él cuando yo hube terminado. ¿Sólo es eso? Si me invitas a comer, amigo mío, te contaré el mejor cuento de Navidad que hayas oído nunca. Y te garantizo que hasta la última palabra es verdad.

Fuimos a Jack’s, un restaurante angosto y ruidoso que tiene buenos sandwiches de pastrami y fotografías de antiguos equipos de los Dodgers colgadas de las paredes. Encontramos una mesa al fondo, pedimos nuestro almuerzo y luego Auggie se lanzó a contarme su historia.

—Fue en el verano del setenta y dos —dijo. Una mañana entró un chico y empezó a robar cosas de la tienda. Tendría unos diecinueve o veinte años, y creo que no he visto en mi vida un ratero de tiendas más patético. Estaba de pie al lado del expositor de periódicos de la pared del fondo, metiéndose libros en los bolsillos del impermeable. Había mucha gente junto al mostrador en aquel momento, así que al principio no le vi. Pero cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, empecé a gritar. Echó a correr como una liebre, y cuando yo conseguí salir de detrás del mostrador, él ya iba como una exhalación por la avenida Atlantic. Le perseguí más o menos media manzana, y luego renuncié. Se le había caído algo, y como yo no tenía ganas de seguir corriendo me agaché para ver lo que era.

"Resultó que era su cartera. No había nada de dinero, pero sí su carnet de conducir junto con tres o cuatro fotografías. Supongo que podría haber llamado a la poli para que le arrestara. Tenía su nombre y dirección en el carnet, pero me dio pena. No era más que un pobre desgraciado, y cuando miré las fotos que llevaba en la cartera, no fui capaz de enfadarme con él. Robert Goodwin. Así se llamaba. Recuerdo que en una de las fotos estaba de pie rodeando con el brazo a su madre o abuela. En otra estaba sentado a los nueve o diez años vestido con un uniforme de béisbol y con una gran sonrisa en la cara. No tuve valor. Me figuré que probablemente era drogadicto. Un pobre chaval de Brooklyn sin mucha suerte, y, además, ¿qué importaban un par de libros de bolsillo?

"Así que me quedé con la cartera. De vez en cuando sentía el impulso de devolvérsela, pero lo posponía una y otra vez y nunca hacía nada al respecto. Luego llega la Navidad y yo me encuentro sin nada que hacer. Generalmente el jefe me invita a pasar el día en su casa, pero ese año él y su familia estaban en Florida visitando a unos parientes. Así que estoy sentado en mi piso esa mañana compadeciéndome un poco de mí mismo, y entonces veo la cartera de Robert Goodwin sobre un estante de la cocina. Pienso qué diablos, por qué no hacer algo bueno por una vez, así que me pongo el abrigo y salgo para devolver la cartera personalmente.

"La dirección estaba en Boerum Hill, en las casas subvencionadas. Aquel día helaba, y recuerdo que me perdí varias veces tratando de encontrar el edificio. Allí todo parece igual, y recorres una y otra vez la misma calle pensando que estás en otro sitio. Finalmente encuentro el apartamento que busco y llamo al timbre. No pasa nada. Deduzco que no hay nadie, pero lo intento otra vez para asegurarme. Espero un poco más y, justo cuando estoy a punto de marcharme, oigo que alguien viene hacia la puerta arrastrando los pies. Una voz de vieja pregunta quién es, y yo contesto que estoy buscando a Robert Goodwin.

"—¿Eres tú, Robert? —dice la vieja, y luego descorre unos quince cerrojos y abre la puerta.

"Debe tener por lo menos ochenta años, quizá noventa, y lo primero que noto es que es ciega.

"—Sabía que vendrías, Robert —dice—. Sabía que no te olvidarías de tu abuela Ethel en Navidad.

"Y luego abre los brazos como si estuviera a punto de abrazarme.

"Yo no tenía mucho tiempo para pensar, ¿comprendes? Tenía que decir algo deprisa y corriendo, y antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, oí que las palabras salían de mi boca.

"—Está bien, abuela Ethel —dije—. He vuelto para verte el día de Navidad.

"No me preguntes por qué lo hice. No tengo ni idea. Puede que no quisiera decepcionarla o algo así, no lo sé. Simplemente salió así y de pronto, aquella anciana me abrazaba delante de la puerta y yo la abrazaba a ella.

"No llegué a decirle que era su nieto. No exactamente, por lo menos, pero eso era lo que parecía. Sin embargo, no estaba intentando engañarla. Era como un juego que los dos habíamos decidido jugar, sin tener que discutir las reglas. Quiero decir que aquella mujer sabía que yo no era su nieto Robert. Estaba vieja y chocha, pero no tanto como para no notar la diferencia entre un extraño y su propio nieto. Pero la hacía feliz fingir, y puesto que yo no tenía nada mejor que hacer, me alegré de seguirle la corriente.

"Así que entramos en el apartamento y pasamos el día juntos. Aquello era un verdadero basurero, podría añadir, pero ¿qué otra cosa se puede esperar de una ciega que se ocupa ella misma de la casa? Cada vez que me preguntaba cómo estaba yo le mentía. Le dije que había encontrado un buen trabajo en un estanco, le dije que estaba a punto de casarme, le conté cien cuentos chinos, y ella hizo como que se los creía todos.

"—Eso es estupendo, Robert —decía, asintiendo con la cabeza y sonriendo. Siempre supe que las cosas te saldrían bien.

"Al cabo de un rato, empecé a tener hambre. No parecía haber mucha comida en la casa, así que me fui a una tienda del barrio y llevé un montón de cosas. Un pollo precocinado, sopa de verduras, un recipiente de ensalada de patatas, pastel de chocolate, toda clase de cosas. Ethel tenía un par de botellas de vino guardadas en su dormitorio, así que entre los dos conseguimos preparar una comida de Navidad bastante decente. Recuerdo que los dos nos pusimos un poco alegres con el vino, y cuando terminamos de comer fuimos a sentarnos en el cuarto de estar, donde las butacas eran más cómodas. Yo tenía que hacer pis, así que me disculpé y fui al cuarto de baño que había en el pasillo. Fue entonces cuando las cosas dieron otro giro. Ya era bastante disparatado que hiciera el numerito de ser el nieto de Ethel, pero lo que hice luego fue una verdadera locura, y nunca me he perdonado por ello.

"Entro en el cuarto de baño y, apiladas contra la pared al lado de la ducha, veo un montón de seis o siete cámaras. De treinta y cinco milímetros, completamente nuevas, aún en sus cajas, mercancía de primera calidad. Deduzco que eso es obra del verdadero Robert, un sitio donde almacenar botín reciente. Yo no había hecho una foto en mi vida, y ciertamente nunca había robado nada, pero en cuanto veo esas cámaras en el cuarto de baño, decido que quiero una para mí. Así de sencillo. Y, sin pararme a pensarlo, me meto una de las cajas bajo el brazo y vuelvo al cuarto de estar.

"No debí ausentarme más de unos minutos, pero en ese tiempo la abuela Ethel se había quedado dormida en su butaca. Demasiado Chianti, supongo. Entré en la cocina para fregar los platos y ella siguió durmiendo a pesar del ruido, roncando como un bebé. No parecía lógico molestarla, así que decidí marcharme. Ni siquiera podía escribirle una nota de despedida, puesto que era ciega y todo eso, así que simplemente me fui. Dejé la cartera de su nieto en la mesa, cogí la cámara otra vez y salí del apartamento. Y ése es el final de la historia.

—¿Volviste alguna vez? —le pregunté.

—Una sola —contestó. Unos tres o cuatro meses después. Me sentía tan mal por haber robado la cámara que ni siquiera la había usado aún. Finalmente tomé la decisión de devolverla, pero la abuela Ethel ya no estaba allí. No sé qué le había pasado, pero en el apartamento vivía otra persona y no sabía decirme dónde estaba ella.

—Probablemente había muerto.

—Sí, probablemente.

—Lo cual quiere decir que pasó su última Navidad contigo.

—Supongo que sí. Nunca se me había ocurrido pensarlo.

—Fue una buena obra, Auggie. Hiciste algo muy bonito por ella.

—Le mentí y luego le robé. No veo cómo puedes llamarle a eso una buena obra.

—La hiciste feliz. Y además la cámara era robada. No es como si la persona a quien se la quitaste fuese su verdadero propietario.

—Todo por el arte, ¿eh, Paul?

—Yo no diría eso. Pero por lo menos le has dado un buen uso a la cámara.

—Y ahora tienes un cuento de Navidad, ¿no?

—Sí —dije—. Supongo que sí.

Hice una pausa durante un momento, mirando a Auggie mientras una sonrisa malévola se extendía por su cara. Yo no podía estar seguro, pero la expresión de sus ojos en aquel momento era tan misteriosa, tan llena del resplandor de algún placer interior, que repentinamente se me ocurrió que se había inventado toda la historia. Estuve a punto de preguntarle si se había quedado conmigo, pero luego comprendí que nunca me lo diría. Me había embaucado, y eso era lo único que importaba. Mientras haya una persona que se la crea, no hay ninguna historia que no pueda ser verdad.

—Eres un as, Auggie —dije—. Gracias por ayudarme.

—Siempre que quieras —contestó él, mirándome aún con aquella luz maníaca en los ojos. Después de todo, si no puedes compartir tus secretos con los amigos, ¿qué clase de amigo eres?

—Supongo que estoy en deuda contigo.

—No, no. Simplemente escríbela como yo te la he contado y no me deberás nada.

—Excepto el almuerzo.

—Eso es. Excepto el almuerzo.

Devolví la sonrisa de Auggie con otra mía y luego llamé al camarero y pedí la cuenta.

Paul Auster, Smoke & Blue in the face, Editorial Anagrama.


(…Junto a este cuento recomendamos leer el artículo de análisis por Grisel Pires dos Barros en el siguiente enlace, http://www.imaginaria.com.ar/14/4/auggie-wren.htm, además de invitarlos a ver la película basada en el cuento de Navidad de Auggie Wren llamada Smoke dirigida por Wayne Wang xon guión de Paul Auster realizada en 1995, http://www.youtube.com/watch?v=9xbNrX-kYzI ).

24 dic. 2010

Cristianismo es Socialismo



“La flagrante contradicción que existe entre las acciones del clero y las enseñanzas del cristianismo debe ser materia de reflexión para todos. Los obreros se preguntan por qué, en su lucha por la emancipación, encuentran en los siervos de la Iglesia enemigos y no aliados. ¿Cómo es que la Iglesia defiende la riqueza y la explotación sangrienta en vez de ser un refugio para los explotados? “


“Los revolucionarios quieren el “comunismo”; eso es principalmente lo que el clero les reprocha. En primer lugar es evidente que los curas que hoy combaten al “comunismo” en realidad combaten a los primeros apóstoles. Porque éstos fueron comunistas ardientes.”

“En cambio, los servidores de la Iglesia sólo llevan al pueblo palabras de humillación y desaliento. Y si Cristo reapareciera hoy sobre la tierra seguramente atacaría a los curas, obispos y arzobispos que defienden a los ricos y explotan a los desgraciados, así como antes atacó a los mercaderes, a quienes echó del templo para que su innoble presencia no manchara la Casa del Señor.” 


Texto: Rosa Luxemburgo
Video: TatuyTv

21 dic. 2010

Carta abierta a Santa Claus. Por Luis Sepúlveda (LMD).

 
Estimado Santa Claus, Papá Noël, Viejo Pascuero, o como quiera llamarse o ser llamado: Confieso que siempre le he tenido simpatía porque; en general me gusta Escandinavia, su traje rojo me resulta premonitorio y, porque tras esas barbas siempre he creído reconocer a un filósofo alemán que cada día tiene más razón en lo que afirmó en varios libros muy citados pero poco leídos. 

No tema por el tenor de esta carta, no soy el niño chileno que hace varios años le escribió: “Viejo Cabrón, el año pasado te escribí contándote que, pese a ir descalzo y en ayunas a la escuela, me había sacado las mejores notas y que el único regalo que quería era una bicicleta, en ningún caso nueva, no tenía por qué ser una mounty byke, o para correr el Tour de France. Quería una simple bicicleta, sin cambios, para ayudar a mi madre en el reparto de la ropa ajena que lava y plancha en casa. Eso era todo, una puta bicicleta, pero llegó navidad y recibí una estúpida corneta de plástico, juguete que he conservado y te envío con esta carta para que te la metas en el culo. Deseo te de el sida, viejo hijo de puta”.

¿Fueron sus elfos los responsables de tan monstruoso desaguisado? Pues bien, estimado Santa Claus, seguramente este año recibirá numerosas peticiones de bicicletas, pues el único porvenir que espera a los chicos del mundo es como mensakas, sin contrato laboral y condenados a repartir paquetes hasta los 67 años. Sin embargo yo no le pido una bicicleta, le pido en cambio, un esfuerzo pedagógico, y que ponga a sus elfos y renos a escribir millones de cartas explicando qué son y dónde están los mercados.

Como usted bien sabe, nos han jodido la vida, rebajado los sueldos, esquilmado las pensiones, retirado el subsidio de paro y condenado a trabajar a perpetuidad para tranquilizar a los mercados.

Los mercados tienen nombres y rostros de personas. Son un grupo integrado por menos del uno por cien de la humanidad, y son al mismo tiempo los dueños del 99 por cien de la riqueza. Los mercados son los integrantes del concejo de accionistas, y los mismos accionistas de, por ejemplo, un laboratorio que se niega a renunciar a los royalties de una serie de medicamentos que, si fueran genéricos, salvarían millones de vidas. No lo hacen porque la vida no es rentable, pero la muerte sí lo es, y mucho.

Los mercados son los accionistas de las industrias que envasan zumo de naranjas, y que esperaron hasta que la Unión Europea anunciara leyes restrictivas para los trabajadores no comunitarios, que serán obligados a trabajar en España u otro país de la Unión Europea, según los reglamentos del trabajo y condiciones salariales de sus país de origen. Apenas esto ocurrió, en las bolsas europeas se dispararon los precios de la próxima cosecha de naranjas. Para los mercados, para todos y cada uno de esos accionistas, la justicia social no es rentable, pero la esclavitud sí, y mucho.

Los mercados son los accionistas de un banco que, embarga el piso a una mujer con un hijo inválido. Para todos y cada uno de esos accionistas, gerentes y directores de departamentos, las razones humanitarias no son rentables, pero el despojo, la expulsión de la pobreza a la miseria sí lo es, y mucho. Y para los estafadores de la esperanza, sean estos de derecha o derecha, pues no hay otra opción entre los defensores del sistema responsable de la crisis causada por los mismos mercados, despojar de su vivienda a esa anciana fue una señal para tranquilizar a los mercados.

En Inglaterra la criminal alza de las tarifas universitarias se hizo para tranquilizar a los mercados. El descontento social engendrará inevitables acciones por la supervivencia, y los mercados pedirán sangre, muertes, para tranquilizar su apetito insaciable.

Que sus elfos y renos expliquen detalladamente que en medio de esta crisis económica generada por la voracidad especulativa de los mercados y por la renuncia del Estado a controlar los vaivenes del dinero, ningún banco ha dejado de ganar, ninguna sociedad multinacional ha dejado de ganar, y hasta los economistas más ortodoxos de la teoría de mercado, concuerdan en que el principal síntoma de la crisis es que los bancos y las empresas multinacionales ganan menos, pero en ningún caso han dejado de ganar. Que sus elfos y renos expliquen hasta la saciedad que fue el mercado el que se opuso a cualquier control estatal a las especulaciones, pero ahora imponen que el Estado castigue a los ciudadanos por la merma de sus ganancias.

Y por último, permítame pedirle algo más: miles, millones de banderas de combate, barricadas fuertes, adoquines macizos, máscaras antigas, y que la estrella de Belén se convierta en una serie de cometas incandescentes con un blanco fijo: las Bolsas, que ardan hasta los cimientos, pues las llamaradas de cien hermosos incendios nos darían, aunque temporalmente, una inolvidable Noche de Paz.

Muy fraternalmente 

20 dic. 2010

176 individuales y colectivos de América del Sur se adhieren a la manifestación del 8 de enero de Euskal Herria.


Nota de prensa del movimiento "Egin dezagun urratsa": La iniciativa Egin Dezagun Urratsa quiere mostrar su más sincero agradecimiento a las personas gracias a cuyo trabajo la demanda del respeto a todos los derechos de las y los presos políticos vascos. Nos enorgullece profundamente la amplia, plural e interesante cantidad de adhesiones recogidas en América Latina.

Estamos ante un salto cualitativo muy importante. Un verdadero paso adelante basado en la solidaridad y el compromiso. Un botón de muestra que deja bien claro que la denuncia de la conculcación de derechos que sufren las y los presos políticos vascos, así como sus familiares y allegados traspasa fronteras. La solidaridad, el apoyo y el cariño siempre son bien recibidos. Y en este caso, consideramos que el paso adelante ofrecido por diferentes sectores de la sociedad latinoamericana, especialmente significativo en el caso argentino, supone una bocanada de aire fresco para todos aquellos que desde Euskal Herria apostamos por el final de la política penitenciaria vigente.

En Egin Dezagun Urratsa hemos apostado siempre por buscar apoyos en todos los lugares del mundo. Somos conscientes de que la problemática de las y los presos políticos vascos no afecta únicamente a Euskal Herria y por tanto hemos buscado la complicidad e implicación de personas de fuera de nuestro país. Lo hemos conseguido a la hora de juntarnos y compartir sensaciones para convocar la manifestación del próximo 8 de enero y lo seguimos haciendo al recoger centenares de adhesiones.

Son ya miles las personas de todo el mundo que ha adherido ya a la marcha. Invitamos a seguir difundiendo la convocatoria, a continuar recabando apoyos en cualquier lugar del planeta y, sobre todo, a convertir las calles de Bilbao en una inmensa marea humana que exija el respeto a todos los derechos de las y los presos políticos. Entre todos, al igual que han hecho esta gran cantidad de personas y organismos de Sudamérica, demos un paso adelante.

Para adhesiones click encima del link arriba

Listado de las adhesiones:

A título individual


Colectivos

El nuevo sueño estadounidense Cada vez más campamentos repletos de carpas fabricadas en China.



The American Dream
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens y revisado por Caty R.

¿Qué harías si repentinamente eliminaran tu puesto de trabajo y terminaras perdiendo tu casa? Bueno, es exactamente lo que encaran cientos de miles de familias en todo EE.UU. durante esta depresión económica. ¿Qué harías entonces? ¿Te irías a vivir con parientes? ¿Te sumarías a las filas de los que viven en campamentos que aparecen por toda la nación? ¿Vivirías en un furgón estacionado junto al río? La verdad es que cada mes que pasa más estadounidenses se ven llevados al borde de la desesperación total. Para muchos habitantes de Estados Unidos, el Sueño Estadounidense se ha reducido a encontrar algún modo de protegerse de la lluvia cada noche y encontrar a alguien lo suficientemente generoso que les dé algo de comer durante el día.

¿Por qué sufren tantos estadounidenses? ¿Adónde se fueron todos los buenos puestos de trabajo? Bueno, durante las dos últimas décadas nuestra nueva “economía global” ha llevado a las grandes corporaciones a transferir miles de fábricas y millones de puestos de trabajo fuera de EE.UU. Muchos de los buenos trabajos que solían hacer esos estadounidenses sin vivienda y sin empleo ahora se hacen al otro lado del mundo. Lo irónico es que muchos de los campamentos que han surgido en todo EE.UU. están repletos de carpas fabricadas en China.

Por desgracia los campamentos que han aparecido en toda la nación sólo constituyen un anticipo de lo que vendrá en el futuro. Cuando la economía se derrumbe verdaderamente, más millones de estadounidenses vivirán en condiciones como éstas… [Vídeo (en inglés) sobre el tema en: http://endoftheamericandream.com/archives/the-new-american-dream-sprawling-tent-cities-filled-with-tents-made-in-china ].

Una de las cosas más tristes en todo esto es lo que viven los estadounidenses mayores. Hay numerosos estadounidenses mayores que han trabajado duro toda su vida y ahora descubren que todo se les escapa.

Un lector de estas páginas llamado William dejó recientemente el siguiente comentario… 

Pensé que podría empezar con el pie derecho aquí. Soy un 99er [desocupado que ha cobrado 99 semanas de ayuda social, N. del T.] de 46 años que acaba de descubrir la semana pasada que se acabaron las prestaciones por desempleo. Recibía 283 dólares semanales por los que estoy muy agradecido, pero no bastaban para pagar la hipoteca de nuestra pequeña casa de dos dormitorios del año 1941 (sobre todo por el aumento de los impuestos). He estado haciendo diversos trabajos-trueque a cambio de otros servicios o alimento, etc. He estado enviando currículos a todas partes, pero sin resultado. Soy un veterano cualificado de 25 años en trabajos en madera. Tengo alguna experiencia en AutoCad y CNC, pero evidentemente no basta en esta economía para conseguir un empleo.
Estamos a punto de no poder pagar la hipoteca, y aunque pagamos por nuestros coches, no tenemos teléfono, ni cable, mi mujer cocina todas las comidas, y no mencioné que tampoco tenemos hijos. Sólo somos dos personas que tratan de sobrevivir.
 
William y su esposa todavía tienen por lo menos una casa (por ahora) y viven en ella. Hay una cantidad innumerable de personas que no han tenido tanta suerte. De hecho, se calcula que en los tres condados que rodean Disney World, hay aproximadamente 8.000 personas que viven en los bosques. Lo que algunas de ellas tienen que enfrentar a diario es absolutamente horrendo… [Vídeo (en inglés) sobre el tema en: : http://endoftheamericandream.com/archives/the-new-american-dream-sprawling-tent-cities-filled-with-tents-made-in-china].

¿Puedes imaginar lo que es vivir de esa manera?

Lamentablemente, muchas comunidades locales en todo EE.UU. están procediendo enérgicamente contra la gente sin vivienda, simplemente porque no quieren ocuparse de ellos.

En Venice, California, la policía está arrestando a personas que viven en vehículos y se los lleva a remolque. Lo que sigue es un pasaje de un artículo que apareció recientemente en el sitio en la Red Daily Kos.... 

Se llevaron a Eric cuando estaba cambiando la batería de su coche. Afirmó que vivía en su coche. Unos pocos días después fueron a la Calle 3 y se llevaron su caravana porque estaba en la cárcel y nadie la movió durante 72 horas. El sábado hicieron una batida por la 7 y se llevaron a Bear y su caravana. También se llevaron la caravana de Elizabeth, no sabemos si se llevaron a Elizabeth, pero no podemos encontrarla. La policía fue a la Calle 6 y se llevaron la caravana blanca que siempre se parquea en Broadway con 6. Cada día se llevan entre 1 y 4 caravanas. Muy pronto no quedará ninguna.
 
¿Si perdieras tu casa tratarías de vivir en tu vehículo?

Bueno, la verdad es que no es tan fácil. De hecho el viernes en el noroeste de Montana un hombre sin vivienda de 56 años que vivía en su coche murió de frío cuando se agotó la batería.

Una vez que te han desalojado de tu casa no es fácil sobrevivir.

Por eso tantos estadounidenses están tan desesperados por conservar sus casas.

¿Pero qué haces cuando no puedes encontrar trabajo y casi no te queda dinero? ¿Qué dices a tus niños cuando no queda suficiente dinero para alimentos? 
La siguiente cita de un artículo en Huffington Post llega de un 99er llamado Toni. En cierto modo resume la frustración y la cólera que actualmente sienten tantos estadounidenses desocupados… 

“¿Cómo explica alguien a su hijo que pueden tener un sitio donde vivir y tal vez mantener el calor en el invierno, pero que para hacerlo no tendrán comida para alimentarse? ¿O que podrán comer pero no tener un sitio seguro para vivir? ¡Trata de explicar esas decisiones adultas a un niño y de ver cuánto comprenden!”
 
Por desgracia muchos estadounidenses responden a un sufrimiento semejante diciendo que esa gente “debería conseguir un empleo”. Pero como escribí recientemente, la verdad es que ya no hay suficientes puestos de trabajo para todos los que los necesitan.

De hecho, en EE.UU. actualmente hay más de 6 millones de estadounidenses que han estado sin trabajo durante 6 meses o más. En un ambiente semejante, las “industrias de mercado negro” como el narcotráfico y la prostitución prosperan mientras los estadounidenses desesperados tratan de sobrevivir de cualquier manera.

Pero hay muchos estadounidenses que jamás aceptarían una vida criminal. Hay muchos que piensan que todos estos años han hecho todo lo que “supuestamente” debían hacer y ahora sienten que están siendo excluidos por la sociedad como si fueran un montón de basura.

Una mujer que se identifica sólo como “vieja-y-cansada” escribió recientemente el siguiente tristísimo mensaje al sitio en la red Unemployed-Friends.... 

“¿Cómo llegué aquí? He donado, hecho trabajo voluntario, etc., para los necesitados durante decenios. Ahora, tengo 2,34 dólares en mi cuenta. He perdido mi casa, me he declarado en bancarrota y me han separado de mi hija. No he visto a un médico en tres años. Busco trabajo todo el tiempo, pero es como una broma cruel –y ahora se ríen de mí. Vivo de día en día de la caridad de mi familia y trato de recordar que muchos no tenéis esa opción.
Mi vista ha sido mala la mayor parte de mi vida. Tengo una visión de -8,25 y -8,50. Los que sepan de ojos, se darán cuenta de que soy tan miope que soy legalmente ciega si no me corrigen la vista. Sin embargo, me corrigen con lentes de contacto o gafas – y no me puedo permitir ninguna de esas cosas. Mis contactos se acabaron el año pasado y mis gafas tienen casi 10 años (culpa mía por no comprar nuevas mientras tenía trabajo). ¿No lo sabéis? Las malditas cosas se rompieron. No hay cómo arreglarlas. Ni conseguir lentes de contacto. ¿Cómo diablos se espera que consiga trabajo si no veo? No hay servicios sociales sin una dirección, y no tengo vivienda. Una casilla postal no sirve.
Bueno, la eterna optimista ya no lo es tanto, ¿eh? Me sorprendo pensando recientemente en la palabra ‘odio’. Es una palabra que nunca antes había formado parte de mi vocabulario. Odio a los políticos. Odio la economía. Aún no he empezado a odiar a la gente que tiene trabajo. A veces las lágrimas simplemente corren por mis mejillas y sólo puedo pensar en esa palabra… “odio”.
Si alguno de ustedes me conociera, sabrían lo extraño que me es todo esto. Mi espíritu necesita un estímulo, pero hasta odio seguir intentando. ¿Alguien tiene un buen chiste? Uno que me haga reír hasta las lágrimas, en lugar de llorar simplemente.
El presidente y yo tenemos la misma edad. Falta tanto hasta la jubilación. ¿Por qué se ha acabado mi vida?
 
¿Qué podemos hacer los demás ante todo esto?

Bueno, ante todo podemos acercarnos y ayudar a todo el que sabemos que lo necesita.

En segundo lugar, podemos comenzar todos a prepararnos para los tiempos duros que vienen. En lugar de copar nuestros presupuestos mensuales, deberíamos poner de lado un poco de dinero adicional en caso de que perdamos nuestros empleos o negocios. Además, deberíamos almacenar más alimento y suministros para cuando la economía de EE.UU. se derrumbe totalmente.

Por desgracia, la economía de EE.UU. no va a mejorar a largo plazo. Vivimos en la mayor burbuja de la deuda en la historia del mundo, y cuando reviente las cosas se van a poner mucho peor que ahora.

Por lo tanto no hay que despreciar a los millones de estadounidenses que ya están sufriendo, porque un día podría ser uno mismo el que está sufriendo.

Entrevista de TV O Globo en Brasil al capo “Marcola” IMPRESIONANTE DATO DE LA REALIDAD. Por Manolo Bordón

 
Entrevista de TV O Globo en Brasil al capo “Marcola”
IMPRESIONANTE DATO DE LA REALIDAD. Por  Manolo Bordón

- Marcos Camacho, más conocido por el sobrenombre de MARCOLA, es el máximo dirigente de una organización criminal de Sao Paulo (Brasil) denominada Primer Comando de la Capital (PCC). Las respuestas de Marcola nos aproximan a lo que puede ser el futuro de la delincuencia común en el Mundo.

O Globo: ¿Usted es del Primer Comando de la Capital (PCC)?  - Marcola: Más que eso, yo soy una señal de estos tiempos. Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron durante décadas y antiguamente era fácil resolver el problema de la miseria. El diagnóstico era obvio: migración rural, desnivel de renta, pocas villas miseria, discretas periferias; la solución nunca aparecía… ¿Qué hicieron? Nada. ¿El Estado alguna vez reservó algún presupuesto para nosotros? Nosotros sólo éramos noticia en los derrumbes de las casas en las montañas o en la música romántica sobre "la belleza de esas montañas al amanecer", esas cosas…  Ahora estamos ricos con la multinacional de la droga. Y ustedes se están muriendo de miedo. Nosotros somos el inicio tardío de vuestra conciencia social.

O Globo: Pero la solución sería - Marcola: ¿Solución? No hay solución. La propia idea de "solución" ya es un error. ¿Ya vio el tamaño de las 560 comunas de miseria de Río? ¿Ya anduvo en helicóptero por sobre la periferia de San Pablo? ¿Solución, cómo? Sólo la habría con muchos millones de dólares gastados organizadamente, con un gobernante de alto nivel, una inmensa voluntad política, crecimiento económico, revolución en la educación, urbanización general y todo tendría que ser bajo la batuta casi de una "tiranía esclarecida" que saltase por sobre la parálisis burocrática secular, que pasase por encima del Legislativo cómplice. Y del Judicial que impide puniciones. Tendría que haber una reforma radical del proceso penal de país, tendría que haber comunicaciones e inteligencia entre policías municipales, provinciales y nacionales (nosotros hacemos hasta "conference calls" entre presidiarios…)  Y todo eso costaría billones de dólares e implicaría una mudanza psicosocial profunda en la estructura política del país. O sea: es imposible. No hay solución.

O Globo: ¿Usted no tiene miedo de morir? - Marcola: Ustedes son los que tienen miedo de morir, yo no. Mejor dicho, aquí en la cárcel ustedes no pueden entrar y matarme, pero yo puedo mandar matarlos a ustedes allí afuera. Nosotros somos hombres-bombas. En los barrios de miseria hay cien mil hombres-bombas. Estamos en el centro de lo insoluble mismo. Ustedes en el bien y el mal y, en medio, la frontera de la muerte, la única frontera. Ya somos una nueva "especie", ya somos otros bichos, diferentes a ustedes. La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama, por un ataque al corazón. La muerte para nosotros es la comida diaria, tirados en una fosa común. ¿Ustedes académicos, no hablan de lucha de clases, de ser marginal, ser héroe? Entonces ¡llegamos nosotros! ¡Ja, ja, ja…! Yo leo mucho; leí 3.000 libros y leo a Dante, pero mis soldados son extrañas anomalías del desarrollo torcido de este país. No más proletarios, o infelices, o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un monstruo Alien escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. Es eso. Es otra lengua. Está delante de una especie de post miseria.   La post miseria genera una nueva cultura asesina, ayudada por la tecnología, satélites, celulares, Internet, armas modernas. Es la mierda con chips, con megabytes.

O Globo: ¿Qué cambió en las periferias? - Marcola: Mangos. Nosotros ahora tenemos. ¿Usted cree que quien tiene 40 millones de dólares como Beira Mar no manda? Con 40 millones de dólares la prisión es un hotel, una oficina… Cuál es la policía que va a quemar esa mina de oro, ¿entiende? Nosotros somos una empresa moderna, rica. Si el funcionario vacila, es despedido y "colocado en el microondas". Ustedes son el estado quebrado, dominado por incompetentes. Nosotros tenemos métodos ágiles de gestión. Ustedes son lentos, burocráticos. Nosotros luchamos en terreno propio. Ustedes, en tierra extraña. Nosotros no tememos a la muerte. Ustedes mueren de miedo. Nosotros estamos bien armados. Ustedes tienen calibre 38. Nosotros estamos en el ataque. Ustedes en la defensa. Ustedes tienen la manía del humanismo. Nosotros somos crueles, sin piedad. Ustedes nos transformaron en "super stars" del crimen.  Nosotros los tenemos de payasos. Nosotros somos ayudados por la población de las villas miseria, por miedo o por amor. Ustedes son odiados. Ustedes son regionales, provincianos. Nuestras armas y productos vienen de afuera, somos "globales". Nosotros no nos olvidamos de ustedes, son nuestros "clientes". Ustedes nos olvidan cuando pasa el susto de la violencia que provocamos. (¡…!)

O Globo: ¿Pero, qué debemos hacer? - Marcola: Les voy a dar una idea, aunque sea en contra de mí. ¡Agarren a "los barones del polvo" (cocaína)! Hay diputados, senadores, empresarios, hay ex presidentes en el medio de la cocaína y de las armas. ¿Pero, quién va a hacer eso? ¿El ejército? ¿Con qué plata? No tienen dinero ni para comida de los reclutas. Estoy leyendo "Sobre la guerra", de Klausewitz. No hay perspectiva de éxito. Nosotros somos hormigas devoradoras, escondidas en los rincones. Tenemos hasta misiles anti-tanque. Si embroman, van a salir unos Stinger. Para acabar con nosotros… solamente con una bomba atómica en las villas miseria. ¿Ya pensó? ¿Ipanema radiactiva?

O Globo: Pero… ¿No habrá una solución? - Marcola: Ustedes sólo pueden llegar a algún suceso si desisten de defender la "normalidad". No hay más normalidad alguna. Ustedes precisan hacer una autocrítica de su propia incompetencia. Pero a ser franco, en serio, en la moral. Estamos todos en el centro de lo insoluble. Sólo que nosotros vivimos de él y ustedes no tienen salida. Sólo la mierda. Y nosotros ya trabajamos dentro de ella. Entiéndame, hermano, no hay solución. ¿Saben por qué? Porque ustedes no entienden ni la extensión del problema. Como escribió el divino Dante: "Pierdan todas las esperanzas. Estamos todos en el infierno".
 

18 dic. 2010

De la servidumbre moderna: Un documental sobre el sistema mercantil totalitario donde tod@s vivimos. Por Jean-François Brient

 Qué época tan terrible esta en que unos idiotas conducen a unos ciegos
William Shakespeare


“La servidumbre moderna es una servidumbre voluntaria, consentida por esos esclavos que se arrastran por la faz de la tierra. Ellos mismos compran las mercancías que los esclavizan cada vez más. Ellos mismos procuran un trabajo cada vez más alienante que se les otorga si demuestran estar lo suficientemente amansados. Ellos mismos eligen los amos a los que deberán obedecer. Para que esta tragedia absurda pueda tener lugar, ha sido necesario despojar a esa clase de la conciencia de su explotación y de su alienación. He ahí la extraña modernidad de nuestra época. Al igual que los esclavos de la antigüedad, que los siervos de la Edad Media y que los obreros de las primeras revoluciones industriales, estamos hoy en día frente a una clase totalmente esclavizada, pero que no lo sabe o más bien no lo quiere saber. Ellos ignoran la rebelión, que debería ser la única reacción legitima de los explotados. Ellos aceptan sin discutir la vida lamentable que se planeó para ellos. La renuncia y la resignación son la fuente de su desgracia"  


TatuyTvc recomienda ver el Documental a través de nuestro Blog en el sitio de enlaces de vídeos.

Cien años de la muerte del genial escritor hispano paraguayo (1876-1910).

Gallinas
De Rafael Barret.


Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada.

La propiedad me ha hecho cruel. Siempre que compraba una gallina la ataba dos días a un árbol, para imponerle mi domicilio, destruyendo en su memoria frágil el amor a su antigua residencia. Remendé el cerco de mi patio, con el fin de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de zorros de cuatro y dos pies. Me aislé, fortifiqué la frontera, tracé una línea diabólica entre mi prójimo y yo. Dividí la humanidad en dos categorías; yo, dueño de mis gallinas, y los demás que podían quitármelas. Definí el delito. El mundo se llenó para mí de presuntos ladrones, y por primera vez lancé del otro lado del cerco una mirada hostil.
Mi gallo era demasiado joven. El gallo del vecino saltó el cerco y se puso a hacer la corte a mis gallinas y amargar la existencia de mi gallo. Despedí a pedradas al intruso, pero saltaban el cerco y aovaron en casa del vecino. Reclamé los huevos y mi vecino me aborreció. Desde entonces vi su cara sobre el cerco, su mirada inquisidora y hostil, idéntica a la mía. Sus pollos pasaban el cerco, y devoraban el maíz mojado que consagraba a los míos. Los pollos ajenos me parecieron criminales. Los perseguí, y cegado por la rabia maté uno. El vecino atribuyó una importancia enorme al atentado. No quiso aceptar una indemnización pecuniaria. Retiró gravemente el cadáver de su pollo, y en lugar de comérselo, se lo mostró a sus amigos, con lo cual empezó a circular por el pueblo la leyenda de mi brutalidad imperialista. 

Tuve que reforzar el cerco, aumentar la vigilancia, elevar, en una palabra, mi presupuesto de guerra. El vecino dispone de un perro decidido a todo; yo pienso adquirir un revólver.

¿Dónde está mi vieja tranquilidad? Estoy envenenado por la desconfianza y por el odio. El espíritu del mal se ha apoderado de mí. Antes era un hombre. Ahora soy un propietario...
(Publicado en El Nacional el 5 de julio de 1910)
Se puede encontrar en Rebelión la Selección de textos de Rafel Barrett con prólogo de Santiago Alba Rico (.zip 560KB) publicada en la editorial Ladinamo en 2003 en el siguiente vinculo: