“Por eso, nosotros consideramos que el mejor sistema es aquel que le brinda la oportunidad de ir a la universidad, no al privilegio sino a la inteligencia…”
Fidel Castro. Discurso 1960
Hablar de la Universidad es hurgar en las ideas que sustentan la vida de la sociedad, lo que piensa y hace esa sociedad, lo que anhela y construye, lo que siente y busca, es escudriñar en la ideología que dirige al conjunto social.
El actual debate sobre la Ley Especial de Universidades abre un espacio para la confrontación entre visiones políticas e ideológicas en torno no solo a la Universidad, sino al Conocimiento y todas sus manifestaciones: científicas, tecnológicas, artísticas y humanísticas. Se disponen al combate desde las posiciones más rancias del conservadurismo burgués, pasando por posiciones conciliatorias pequeño-burguesas hasta llegar a las más radicales y auténticas posiciones revolucionarias. No nos interesa aquí abrir discusión para responder a las infamias y mentiras de la derecha, intentaremos hacerlo desde la cordura y el rigor que exige un problema de esta magnitud, y dentro de territorio revolucionario.
Reconocemos a la Universidad como expresión de un contexto Histórico-Social determinado. No podemos aislarla, es manifestación directa del momento histórico que vive, del tipo de sociedad que la resguarda en su seno, no vive en una urna de cristal ni se ha convertido en un castillo de marfil; palpita y vibra al calor y con la energía de la gente, del pueblo, y por ende debe estar a su servicio, para garantizar la vida plena de la especie humana y de todo el ecosistema que la aloja.
Sin embargo, la universidad con minúscula, incapaz e indolente, con que dispone hoy la nación venezolana muestra su verdadero rostro: un pequeño estado dentro del estado, que ostenta el rol de aparato de reproducción, validación, legitimación y difusión de la ideología dominante, que es la de la clase dominante. La universidad no es jamás un espacio neutral y apolítico, periférico de la ideología; es en esencia y por antonomasia el más refinado aparato ideológico, que alimenta con su cosmovisión al resto de los espacios que componen el consenso capitalista llamado a ejercer la dominación espiritual y material de las clases desposeídas, a dominarnos más por la ignorancia que por la fuerza. Por ello, las universidades juegan un papel central en la lucha de clases. El Initium sapiantae timor domini (el origen de la sabiduría reside en el temor a Dios) del escudo de la Universidad de los Andes es ejemplificante; en esta frase se evidencia la influencia eclesiástica (que son quienes intermedian con ese Dios al que debemos temer) y el carácter hegemónico de ese Dios, encarnado luego en Fray Juan Ramos de Lora, y hoy en tantos rectores que creen tener su licencia divina y su autoridad monástica para ostentar del poder hecho conocimiento y del conocimiento hecho mercancía.
El Capital, amo y señor de la sociedad moderna, no escatima esfuerzos en el uso y reconocimiento de la universidad (hija directa de la división social del trabajo) como la gran fábrica de conocimiento-mercancía, con su respectivo valor de cambio listo para intercambiarse en el mercado. No es conocimiento orientado para resolver el problema del hombre en libertad, ni para garantizar la mayor suma de felicidad posible, menos para el bienestar social de toda la sociedad, ¡no! es burda mercancía que solo quien tenga como comprarla podrá disponer de ella y todo el poder que la acompaña. Y para ello están los propietarios que compran el conocimiento para convertirlo en más mercancías, orientadas a resarcir las necesidades (deseos) del mercado y jamás las necesidades sociales, así como jamás es cuestionada la validez y legitimidad de dicho conocimiento, que goza de la aprobación de la sacrosanta ciencia burguesa. Este conocimiento-mercancía adquiere las formas de patente, propiedad intelectual…, monopolizados por las grandes corporaciones.
Son estos elementos los que consideramos medulares en el debate de la Ley.
Ahora bien, se requiere más que buenas intenciones jurídicas para superar esta lógica, y entender la dimensión política de la batalla a librar en medio de la siempre estranguladora legalidad burguesa. Sin su superación, no quedaría espacio sino para el pacto y la conciliación, para la convivencia con el enemigo y la negociación de principios fundamentales. Bajo estas condiciones no sería posible nunca la transformación radical de la Universidad, persistiendo la restauración en su tentativa de perpetuar el control del capitalismo y la burguesía.
Para ello hace falta definir con claridad la relación entre la Revolución y la Universidad y por otro lado garantizar la movilización de un fuerte y numeroso grupo de estudiantes, profesores, investigadores…, en torno a la discusión profunda y la defensa de los principios del Socialismo y del derecho de las mayorías al acceso al conocimiento y a la actividad intelectual transformadora.
Requerimos de una Universidad que esté a tono con el momento histórico, armonizada con el Socialismo, proyecto rector de la sociedad venezolana, porque así lo decidió el pueblo eligiendo a Chávez. Hay que decirlo sin medias tintas, la Universidad debe poner la investigación, desarrollo, difusión y socialización del conocimiento al servicio del bienestar material y espiritual de toda la sociedad, premisa fundamental del Socialismo.
El ingreso, la administración de los recursos, la planificación del egreso, la actualización curricular, las líneas de investigación científica, desarrollo tecnológico, desarrollo artístico, cultural y humanístico, la difusión para la socialización no pueden quedar en manos del caprichoso gobiernito universitario, que ha traído a la Universidad a este abismo, pero tampoco debe quedar a merced del populismo pequeño burgués que en nombre de la democracia participativa y protagónica plantea salidas de forma a problemas estructurales; no se socializa ni se desarrolla el conocimiento creando espacios igualitaristas de participación, no se combaten los privilegios profesorales por un simple cambio de nomenclatura, el sobredimensionamiento per se del saber popular y las tradiciones ancestrales no compensa las exigencias tecno científicas del Socialismo. El Estado debe intervenir activa y categóricamente en la incorporación de la política universitaria a la macropolítica nacional e internacional; la autonomía no puede ser el capricho de rendirle tributo al Capital para negar el derecho a la humanidad a resolver sus problemas fundamentales, que hoy ponen riesgo la existencia del planeta.
La universidad debe privilegiar la inclusión social, que es el derecho de todos a acceder a la educación universitaria, pero también debe privilegiar la inteligencia, el talento, el amor a la búsqueda del conocimiento, la verdad en tanto sea capaz de transformar la sociedad en aquella donde el humano y la naturaleza sean el centro; luchar por la propiedad social del conocimiento reconociéndolo como constructo social e histórico, cuya apropiación solo puede ser para el bienestar social, impulsar una educación para la emancipación, que refunde la relación entre profesores y estudiantes bajo principios de respeto, solidaridad… Una Universidad que no solo ofrezca la igualdad de oportunidades que tanto defiende el capitalismo, sino garantice también la igualdad de posibilidades y condiciones necesarias para el desarrollo pleno de todas las capacidades y potencialidades del estudiante, del investigador, del profesor. Que luche contra los privilegios que ostentan las autoridades y los profesores pero destaque la excelencia, la entrega, el afán por investigar y estudiar, impregnados de la más auténtica conciencia del deber social para indagar y dar respuesta a los grandes problemas de la humanidad.
1 comentario:
Disculpen, pero no me gusta el pensamiento de Fidel, pues históricamente, y perdonen si sueño peyorativo, lo que hace a una persona más inteligente que otra es la injustucia, es la diferencia. Si estubieramos en la sociedad comunista, eso sería otro cantar, pero mientras tanto eso se puede parecer, peligrosamente a aquello de la meritocracia. Les repito perdoneme. Yo creo que la universidad no tiene razón de ser en una nueva sociedad. La universidad no es un lugar para producir conocimiento, es un lugar para enclaustrarlo, para controlarlo. Alguien, hae mucho se dio cuenta que para controlar el poder era necesario antes controlar el conocimiento, hacerlo criptico, especializado, es decir difícil. Se creo asi la división entre los que saben (y por supuesto tienen) y los que no saben (y logicamente no tienen un coño) Yo creo como dijo el poeta: "No es más hondo el poeta en su oscuro subsuelo encerrado. su canto asciende a más profundo
cuando, abierto en el aire, ya es de todos los hombres" y eso no lo puede permitir nunca el capital y por ello mientras este exista la universidad será, esencialmente, un lugar control del poder. Edgar
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