Pero el hombre es un niño laborioso y estúpido
que ha hecho del juego una sudorosa jornada.
Ha convertido el palo del tambor en una azada,
y en vez de tocar sobre la tierra una canción de júbilo
se ha puesto a cavarla.
¡Si pudiésemos caminar bajo el aplauso de los astros
y hacer un símbolo poético de cada jornada…!
Quiero decir que nadie sabe cavar al ritmo del Sol
y que nadie ha cortado todavía una espiga con amor y con gracia.
Ese panadero, por ejemplo… ¿por qué ese panadero no le pone
una rosa de pan blanco a ese mendigo hambriento en la solapa
La rosa de harina. León Felipe
El hombre es hombre gracias al trabajo desarrollado colectivamente. El trabajo es la forma en que el hombre ha transformado la naturaleza y a su vez, se ha transformado a si mismo. Es decir, a medida que el hombre usaba sus manos para las tareas más rudimentarias, iba perfeccionando su mano, lo que necesariamente repercutió en el desarrollo de su cerebro, así como la configuración de nuevas posturas corporales que iban haciendo del hombre de ayer, el hombre de hoy.
Cuando el hombre trabaja adquiere relaciones tanto con los medios con los cuales produce como con los hombres con los cuales trabaja. En otras palabras, el humano alcanza su denominación de ser social en el trabajo, pero no en el trabajo forzado, sino en el trabajo inspirado en la necesidad de resolver sus problemas intrínsecos.
Cardenal decía en el célebre “Somos Polvo de Estrella”: “Puede ser que en el futuro próximo las computadoras nos hermanen más. Pero la cooperación ha existido siempre a todo nivel biológico, y es tan antigua como la vida. Preguntar por el origen de la cooperación –se ha dicho– es como preguntar por el origen de la vida. Un factor de la evolución ha sido la cooperación. Y otro el altruismo
(…) El Homo habilis labró las piedras. Pero en su evolución no fue lo más determinante la perfección de herramientas, sino la socialización. O como decimos ahora, la solidaridad. Muchos animales cazan juntos, pero no comparten lo cazado. Cuando el mono compartió la comida ya no fue mono sino humano. El dar y recibir es también lo que nos hizo humanos. Darwin había dicho: “La sobrevivencia del más apto”. Pero los más aptos son los más solidarios. El biólogo Stephen Jay Gould ha dicho que el progreso de la evolución ha sido más por comunión que por combate. En esas selvas no hubo ley de la selva.”
De esta forma podemos ilustrar la innegable naturaleza cooperadora y solidaria del hombre. Sin embargo, aparece la distorsión en el camino, y esa comunión de la que habla Cardenal comienza a atisbar los primeros pasos del combate.
Frente a todas estas creaciones, que se manifestaban en primer término como productos del cerebro y parecían dominar las sociedades humanas, las producciones más modestas, fruto del trabajo de la mano, quedaron relegadas a segundo plano, tanto más cuanto que en una fase muy temprana del desarrollo de la sociedad (por ejemplo, ya en la familia primitiva), la cabeza que planeaba el trabajo era ya capaz de obligar a manos ajenas a realizar el trabajo proyectado por ella. El rápido progreso de la civilización fue atribuido exclusivamente a la cabeza, al desarrollo y a la actividad del cerebro. Los hombres se acostumbraron a explicar sus actos por sus pensamientos, en lugar de buscar ésta explicación en sus necesidades (reflejadas, naturalmente, en la cabeza del hombre, que así cobra conciencia de ellas) (Engels, 1876, recuperado en nov. 2000 por Biblioteca de Textos Marxistas).
Así mismo, surge indefectiblemente la división social del trabajo que es la repartición de las diferentes tareas que los individuos cumplen en la sociedad (tareas productivas, ideológicas o políticas) y que se realiza en función de la situación que ellos tienen en la estructura social. Esta división social del trabajo empieza históricamente con la división entre el trabajo manual y el trabajo intelectual. A este último sólo tenían acceso los individuos que provenían de las clases dominantes. Ahora bien, la repartición de los individuos de la sociedad en estas diferentes tareas no depende de criterios puramente técnicos (mejores aptitudes, mayor preparación) sino de criterios sociales. Ciertas clases sociales tienen acceso a ciertas tareas, otras clases no.
El trabajo se convirtió, a partir del surgimiento de la propiedad privada en un ejercicio de enajenación y dominación, en la medida en que el trabajo se convertía en una mercancía que compraban quienes ostentaban de la propiedad de los medios de producción. Tomando en cuenta que “el hombre es un ser social, la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en realidad, “el conjunto de sus relaciones sociales". Relaciones que no son puramente espirituales, entre conciencias, sino la unidad de lo espiritual y lo material, relaciones establecidas a través de la interacción del hombre con la naturaleza en el proceso de producción y reproducción de su vida material y espiritual” (Corujo, 2000)
El trabajo perdió su carácter creador, para paulatinamente desencadenar en una acción alienante que somete espiritual y materialmente al hombre. De esta forma, la división social del trabajo provoca que cada hombre cree con su trabajo, sólo un fragmento de la cultura humana, el resto de la riqueza de la humanidad se mantiene para él como algo ajeno, situado fuera de él y que se le contrapone como una fuerza ajena.
Además, el trabajo intelectual ha pasado a ser un importante proveedor de plusvalía en tiempos donde no solo el trabajo manual figura como tal, sino que la producción de conocimiento es también visto como mercancía, y por ende es incorporado al mercado para su intercambio capitalista. Así que la concepción de propiedad se amplía al conocimiento y busca explotarlo para el beneficio de unos pocos.
Bajo el capitalismo, la división social del trabajo se desarrolla espontáneamente. El desigual avance de las distintas esferas y ramas de la producción, la anarquía de la producción social y la enconada lucha competitiva provocan una constante desproporción y un despilfarro incesante del trabajo social
Las Formas de Propiedad,
La organización del trabajo, consecuencia de la división social trabajo y de la propiedad, constituye un elemento que se desprende directamente del trabajo e inmediatamente se constituye en un elemento cultural.
La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreación, se manifiesta inmediatamente como una doble relación —de una parte, como una relación natural, y de otra como una relación social—; social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos, cualesquiera que sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se desprende que un determinado modo de producción o una determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación o un determinado peldaño social, modo de cooperación que es a su vez, una «fuerza productiva»; que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por tanto, la «historia de la humanidad» debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio.(MARX Y F. ENGELS)
El capitalismo, a razón del desarrollo de sus fuerzas productivas, desarrolla a su vez, a partir de la división técnica y social de trabajo, diversas formas de organización del trabajo en el que se multiplica la plusvalía extraída del esfuerzo ajeno y a su vez acentúa la superespecialización y la alienación por la cantidad de esfuerzos repetitivos, que se exige al trabajador y que coartan el desarrollo integral (manual-intelectual-espiritual) del obrero como ser humano.
Se acaba con el trabajo del artesano -que sabe hacer la totalidad de la mercancía, desde adquirir y manipular las primeras materias, concebir el producto, fabricarlo en todas sus partes y componentes, hasta venderlo-, y se le sustituye por el obrero colectivo, por cuanto se descompone el proceso productivo en un conjunto de operaciones elementales que pasarán a ser efectuadas por un conjunto de obreros especializados-adiestrados en una, y sólo en una, de las partes. Se sustituye el individuo que sabe hacer todas las partes más o menos bien, por un conjunto de individuos que hagan muy bien, muy rápido y al menor costo salarial cada una de las partes ahora aisladas
Además, el desarrollo de nuevas formas de organizar el trabajo que cumplan con la premisa anterior, ha desembocado en el diseño de sistemas de los que podemos mencionar el Taylorismo, Fordismo, Toyotismo, que corresponden a contextos económicos determinados, Liberalismo, Keyneseanismo y Neoliberalismo respectivamente; todo esto seguido de eufemismos como el de la “Calidad Total” o el de los NFOT (Nuevas Formas de Organización del Trabajo).
Estas formas empresariales de administración del trabajo, además de garantizar el muy bien, muy rápido y al menor costo salarial, contiene un alto contenido ideológico que moldea la cosmovisión del trabajador al gusto del capitalismo y se ajustan a políticas macroeconómicas de mercado. Todo este sistema de valores que se reproduce bajo estas formas de organización resquebrajan la posibilidad de desarrollo organizativo de los trabajadores e impide el encuentro del obrero con su ideología, que por lo demás, es considerada como la ideología revolucionaria, la ideología proletaria.
Estas lógicas empresariales son expresión de la sociedad en clases; prevalece dentro de la masa laboral la cooperación técnica y la co-laboración en la producción de mercancía, pero paradójicamente se propicia a través de la organización jerárquica y desigual: individualismo, egoísmo y competitividad; sumisión ante la posibilidad de despido y muchos etcéteras.
En muchos casos, existen corporaciones que han reconocido la importancia de la organización laboral en ambientes apetecibles y propiciando “formas de trabajo grupal y colaborativo” que buscan sencillamente, manteniendo la propiedad privada sobre el medio de producción, mayor enriquecimiento al menor costo. No es precisamente un buen corazón quien guía al empresaria por caminos tan sospechosos.
Es por ello que resulta fundamental entender al capitalismo como un sistema complejo, en el que convergen relaciones materiales y espirituales, subjetividad y objetividad, conciencia y materialidad; y que por ende al hablar de organización del trabajo no podemos desvincularla de categorías como la propiedad, la división social del trabajo, el desarrollo de las fuerzas productivas e incluso de elementos de lo que se denomina la superestructura, tales como la cultura, la ideología, el estado…
La transformación profunda de esta realidad que parece inamovible radica en la revolución socialista. Para Anibal Ponce, la existencia de la propiedad privada sobre los medios de producción, hace que la máquina triture al obrero y lo degrade. En el comunismo, en cambio, la máquina liberará al obrero con la reducción de la jornada laboral y el bienestar creciente, le dará posibilidad de asomarse al mundo de la cultura. Al respecto planteó: [...] La máquina, que es por esencia liberadora, acentúa bajo el capitalismo la estrechez de las especialidades con el "idiotismo profesional" que en poco tiempo crean [...] ¿Cómo devolver al individuo mutilado por la especialidad, su desarrollo completo, su sed de totalidad? Por la conquista del poder político que será el resultado de la victoria proletaria.
CENDITEL / TATUYTV
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