Tal
como en los días de la Independencia , cuando los asesinos del Libertador
abusaron de la credulidad del pueblo, hoy los verdugos de Chávez, con cinismo,
pretenden repetir la historia, abusar de la credulidad de los pueblos.
Asesinaron
a Chávez y, con impudor, se pasean por la política venezolana, se saben
protegidos del crimen que suponen perfecto, difícil de probar en poco tiempo,
aunque políticamente existen abundantes motivos, evidencias en declaraciones,
odios que señalan a los actores.
Ahora, amparados en una impunidad insólita,
lanzan rumores, mienten, deforman, dicen
lo que les da la gana. La masa está inerme frente a esta verdadera guerra de
manipulación de las almas. Luego, si la situación les exige, se retractan. Así
regresan a su santuario de legalidad. Aunque la moral y la ética les quede
maltrecha ya lograron su objetivo: confundir. Policialmente están protegidos,
aunque moral y políticamente son convictos del magnicidio.
Trabajan
sobre el inconsciente colectivo, forjan conductas que les favorezcan, ese es el
verdadero campo de batalla. Despiertan miedos, angustias ancestrales, operan
desde laboratorios con alta sofisticación en manipular almas. Es allí que
debemos hacerles frente, combatir sus mentiras creando nuevos valores y
creencias, debemos mostrar sus intenciones, lo que pretenden con sus artimañas.
Después
que asesinaron a Chávez pretenden erigirse en sus albaceas, dictaminar quién es
o no es chavista, a quién seguirá el pueblo. Diagnostican que Maduro no es la
continuidad de Chávez, casi dicen que la continuidad es capriles.
La
estrategia es conocida: asesinaron a Cristo y después llevaron a los cristianos
a las catacumbas y a él a los altares, a las estatuas, lo alejaron de las
luchas del pueblo humilde. Lo mismo hicieron con el Libertador. Con Chávez
intentan algo igual, sus asesinos dicen: "el era un gran líder, un buen
hombre… pero sus seguidores, su equipo, no". Se apoderan de su figura y
persiguen a sus seguidores más auténticos. La historia se repite.
La
situación es preocupante. Esas manipulaciones tienen efectividad, consiguieron
transformar la fuerza redentora de Cristo en apoyo a las oligarquías y a los
imperios que tanto combatió. Al Libertador lo transformaron en un egoísta con
pretensiones monárquicas, su pueblo lo execró y murió solo en San Pedro
Alejandrino.
Con
Chávez no repetirán la historia. La impunidad debe acabarse: por cada mentira
debemos tomar medidas ejemplares. Juegan con la muerte del Comandante, eso debe
cobrarse. Si las leyes son inoperantes para castigar estas horribles actitudes,
el pueblo chavista debe castigarlos. El más insoportable castigo para estos
oligarcas es el fracaso de sus intenciones: aplastarlos en las elecciones. Su
mayor castigo es la continuidad del sueño y la obra del Comandante Chávez con
Maduro. Juegan con candela. Este pueblo, tantas veces vilipendiado, tiene las
herramientas políticas que lo hacen capaz, no de un mero motín como en el
pasado sino de demostrar su ira derrumbando el reino oligarca y construyendo
sobre sus ruinas un nuevo mundo, como en la Independencia.
¡Con
Chávez es con Maduro!
Por: Un Grano de Maíz
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