16 abr. 2010


Revolución o no Revolución…He ahí el dilema. La Mandarria. Por Chelo Guzmán


Revolución o no revolución es una frase disyuntiva que con frecuencia viene a mi mente cada vez que visito alguna oficina pública o cuando veo a algún compañero que antes tenía casi nada y ahora lo tiene casi todo dada su vinculación con la burocracia, más aún – y debo confesarlo- se acentúa en mi un paradójico pensamiento –casi reaccionario- cada vez que oigo a algún vocero supuestamente revolucionario del buró de nuestro partido revolucionario - hasta que se demuestre lo contrario- (aquél cuyo nombre comienza por P) exponiendo un discurso casi de memoria y que no guarda en lo absoluto correspondencia ética con su acción.


Estas breves líneas son profundamente honestas, solamente buscan una reflexiva atención para hacer un modesto llamado a que no caigamos en la trampa de sentirnos decepcionados o peor aún, sentirnos sentenciados a un estado de escepticismo tal que nos empuje a abandonar nuestra verdadera lucha revolucionaria, sí, léase bien: R E V O L U C I O N A R I A.


Sí yo fuera una persona que nunca se ha acercado a la teoría revolucionaria y que no haya estudiado al menos algo de historia y el único referente que tuviera como “revolucionario” fuera el desempeño del actual funcionario público- por ejemplo-lo más seguro es que no me hubiese sumado a la causa y mucho menos estaría dispuesta hacer aportes para la transformación política de nuestro país y de ser necesario, dejar la vida en ello; pero es que el problema fundamental es que aquí -pese a las buenas intenciones de nuestro presidente y a algunas medidas estratégicas asumidas para transformar el sistema político, económico, social y cultural de nuestro país- no hemos avanzado en dicho proceso ya que toda transformación estructural implica NECESARIAMENTE una transformación ideológica, es decir, en la conciencia, en la forma de pensar y no es necesario ser incisivamente explícito para comprender que los cambios ideológicos –sin exagerar- pueden tardar cientos de años.


El elemento meramente formal de llamar revolucionario o revolución a todo aquello rojo rojito que se cruce por nuestro camino, es algo que en principio puede llegar a enfurecer, sin embargo, lo realmente importante es estar en la capacidad de comprender que nuestro sentido común cotidiano responde –aún- a la lógica del sistema hegemónico mundial, por lo tanto, nuestros lideres, personeros del gobierno, funcionariato público, estudiantes, trabajadores y todos nosotros, en consecuencia, nos comportamos siguiendo esta lógica, es decir, no actuamos teniendo conciencia de clase explotada y todavía muchos de nosotros pensamos que la medida de nuestra superación personal es la total satisfacción de necesidades y expectativas materiales por encima de cualquier tipo de interés colectivo.


Ciertamente, aún no podemos afirmar que hemos ideológicamente avanzado -al menos en un tilín- en el llamado proceso revolucionario, toda vez que una revolución si no es ideológica y cultural, no es revolución.


Entonces, es decisivamente necesario estudiar, profundizar analíticamente todo conocimiento que nos permita entender todo el fenómeno político y social de nuestro contexto. Sólo acercándonos a la teoría podremos ser conscientes de lo que verdaderamente está pasando y lo que está por suceder. No debemos crear juicios en base a lo que expresen los medios de comunicación. Debemos ser unos empedernidos observadores de todo nuestro contexto. Así, podremos participar activamente y con conciencia en esta guerra a muerte que le hemos declarado al capitalismo y que sólo un proceso revolucionario sustentado en la comprensión y formulación de propuestas serias fundamentales y fundamentadas con ideas claras, lograremos el avance hacia la victoria…quedando resuelto nuestro dilema: revolución o no revolución…por si acaso quedan dudas: SIEMPRE EN REVOLUCIÓN!

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