Alfredo
Guevara (1925-2013) ha sido uno de los grandes intelectuales militantes de la
Revolución Cubana. Amigo y compañero de Fidel Castro desde los tiempos
universitarios, sus intervenciones marcaron a fuego los debates culturales de
la revolución durante más de medio siglo.
Ya
desde los primeros años ’60 Alfredo Guevara fue uno de los principales críticos
de los criterios estéticos y culturales cerrados, esquemáticos y muchas veces
dogmáticos que intentaron imponerse en Cuba apelando por aquella época a la
autoridad de la todavía poderosa Unión Soviética. Alfredo garantizó que el
ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica) mantuviera siempre
un criterio amplio, incluso durante el auge del período donde Cuba más se
acercó a la URSS (1971-1976). Su independencia de criterio estético y la
autonomía cultural de su pensamiento político le ganaron un gran respeto entre
la intelectualidad cubana, latinoamericana y mundial.
Aunque
leí y estudié en detalle aquellas intervenciones y polémicas suyas juveniles
(1), tuve el honor y el placer de conocerlo personalmente cuando ya era un
hombre mayor. Lo entrevisté en los festivales Internacionales del Nuevo Cine
latinoamericano, eventos a los cuales nos invitó algunas veces. Junto con
varios amigos cubanos (algunos estrechos colaboradores suyos), allí pudimos
conversar, intercambiar opiniones políticas e incluso discutir de temas
teóricos, no sólo de cine, sin duda su gran pasión.
Alfredo
no sólo era una figura consagrada, respetada, admirada. No se limitaba a
pronunciar discursos genéricos o diplomáticos dirigidos a seducir a la
intelectualidad europea y latinoamericana. Al mismo tiempo se animaba a
realizar afirmaciones sumamente polémicas, agudas y punzantes. Alguna vez me
tocó escucharlo en una de esas estocadas incluso ante la cámara de la
televisión oficial, a la que cuestionó duramente. No se callaba. Comunista
sincero y fidelista leal (me consta que tenía por Fidel un cariño y una
admiración jamás disimulados), nunca fue un obsecuente. No se calló. Habló. Y
eso no fue una limitación sino quizás su mejor virtud.
Pero
al mismo tiempo, además de participar e intervenir siempre en el debate cubano
interno, supo ayudar a todos los rebeldes del mundo sin necesidad de realizar
grandes gritos histriónicos ni poses teatrales. En pleno Festival de Cine, con
toda la afluencia de grandes estrellas de la industria cinematográfica (que
Cuba necesitaba y necesita para romper el bloqueo) Alfredo reservaba salas para
mostrar el nuevo cine de la insurgencia político-militar latinoamericana
actual, no sólo del pasado. Con discreción y mucha lucidez (para él la
revolución era y es precisamente eso: lucidez, como tituló uno de sus mejores
libros) permitió y ayudó a organizar la muestra cinematográfica de una
guerrilla comunista, bolivariana y guevarista, que todavía hoy sigue
combatiendo en las selvas y montañas de Nuestra América. La posición favorable
de Alfredo Guevara contribuyó a garantizar el debate político, aun cuando la
exposición del film no salía anunciada en el programa diario abierto a todo el
público que asistía al festival. Ese gesto, callado, silencioso, pero firme, lo
pinta de cuerpo entero. Su cuerpo estaba viejo, pero su mente y su corazón
seguían siendo los de un joven rebelde.
Lo
mismo podría decirse de los colaboradores que mantenía a su lado, algunos de
ellos —amigos nuestros— jóvenes rebeldes y díscolos que continúan animando el
debate por el socialismo en la Cuba actual.
Alfredo
era un viejo revolucionario —así lo conocimos, anciano— que sabía rodearse de
jóvenes. Se formó en otra época pero nunca se resignó a dejar de dialogar con
los jóvenes de hoy en día con quienes mantenía no pocas discusiones acaloradas,
pero cuidándose de no romper el vínculo con ellos, sabiendo que sin la juventud
la revolución no tiene futuro.
Seguramente
ahora estará discutiendo en algún lugar, ¿quién sabe adónde?, sobre alguna
película o protestando por la vulgaridad y la mediocridad de Hollywood que
tanto despreciaba. Abrazo grande, querido Alfredo. Muchas gracias por la
solidaridad y por la lucidez.
Néstor
Kohan: ¿Usted lo conoció a Raymundo Gleyzer?
Alfredo
Guevara: Sí, lo conocí. Pero no lo evalué. Tengo pocos recuerdos directos de
él. Recuerdo su rostro, su persona, etc. Pero yo empecé a magnificarlo y a
interesarme mucho en él a partir de que para nosotros se convirtió en una
figura mítica. En realidad en aquellos años, segunda mitad de la década del
’60, mi relación fundamental con los cineastas argentinos era la histórica de
Mauricio Berú, de Edgardo Pallero que en su momento, en 1967, habían estado en
el Festival de cine de Viña del Mar y luego continuó esa relación muy estrecha.
También con un compañero llamado Walter Achugar, de Uruguay. Pallero y Achugar
eran del mismo grupo. Dolly Pussi que está ahora en Cuba en este momento,
estaba casada con Pallero. También hubo vínculo, menos idílico, con Fernando
Solanas y Octavio Getino que habían hecho La hora de los hornos. Nos había
parecido una película extraordinaria. En aquella época —eso ya pasó— tuve con
ellos una relación un poco conflictuada. El problema era que estos dos últimos
compañeros cambiaban de aquí para allá con el Che y eso a mí me desconcertaba.
Néstor
Kohan: ¿Usted se refiere a la diferencia entre la primera y la segunda versión
de La hora de los hornos? ¿Al cambio del final que aparece en la segunda
versión?
Alfredo
Guevara: Sí, pero no sólo a eso. También le hicieron la entrevista al general Perón.
Y yo, a pesar de que en Cuba había un peronista, un ideólogo, que me parecía
muy lúcido...
Néstor Kohan: ¿John
William Cooke?
Alfredo
Guevara: Sí, Cooke. Él me parecía muy lúcido y también su esposa.
Néstor
Kohan: Alicia Eguren...
Alfredo
Guevara: Sí, exactamente, Alicia. Pero a mí no me convencía que todo tuviera
que pasar por Perón porque, supuestamente, eran “las características de
Argentina”. No me convencía eso. Me parecía que no eran las características de
Argentina sino las de cualquier lugar donde surgiera una corriente confusa y
que confunde. Pero yo mismo no tenía claridad, no estaba seguro si yo tenía
razón o no la tenía. Ellos argumentaban muy bien, pero no me convencían. En el
caso de Raymundo Gleyzer, sobre quien tú me preguntas, él no coincide
exactamente en esa época cronológica, sino que su obra fílmica comienza a ser
conocida un poquito después. Yo escuché hablar del «Cine de la base» pero
realmente no llegué a dominar ese tema sino hasta más tarde cuando se convirtió
en una figura orgullo del Nuevo Cine Latinoamericano. Aclaro que nosotros no
buscábamos mártires. Pero Raymundo se convirtió en una figura emblemática de
todo el movimiento de cine de América Latina.
Néstor
Kohan: ¿Usted pudo ver la filmografía de Raymundo?
Alfredo
Guevara: Sí, la he visto. Además nosotros, en Cuba, hemos hecho retrospectiva
de su obra. Es decir, Raymundo se ha convertido en una figura emblemática.
Nosotros no buscamos mártires, pero los mártires se dieron. Las dictaduras se
encargaron de eso. Los militares se encargaron de dar pruebas, por si alguien
tenía dudas, que los cineastas son también combatientes.
Néstor
Kohan: ¿Cómo caracterizaría aquella fase inicial del Nuevo Cine
Latinoamericano?
Alfredo
Guevara: Una de las características de la primera etapa del Nuevo Cine
Latinoamericano, a partir del encuentro de Viña del Mar de 1967, es que
prácticamente de un modo u otro, uno con una escala, otros con otra, de acuerdo
a las características de sus posibilidades, de su formación, del país donde
estaba, de la situación de su sociedad, quedó claro para todos nosotros que se
da una inquietud social, más combativa, menos combativa, de denuncia, de
afirmación e identidad, pero comenzaba a hacerse un cine separado de las normas
habituales. Esto incluía hasta a cineastas que no lo sabían. Parecía un
denominador común de lo que estaban haciendo todos los cineastas de esa
generación de América Latina, en lugares lejanos y sin conocerse. Para mí
reflejaba la situación del continente y de la islita esta, donde vivimos
[Cuba], en un momento dado. Había como una emergencia del espíritu
revolucionador y de afirmación de identidades y de descubrimiento de rasgos de
las identidades que todo el mundo destacaba. Había desde un cine tan
directamente combativo como el de Jorge Sanjinés en Bolivia hasta otro que era
de crítica social o de remembranza de revoluciones, etc, pero el espíritu de
reto y de aceptar retos, estaba generalizado.
Néstor
Kohan: En su libro Revolución es lucidez [La Habana, Ediciones ICAIC, 1998]
usted reproduce algunas polémicas que a partir del nuevo cine latinoamericano,
pero no sólo del cine, mantuvo con antiguos dirigentes de los partidos
comunistas...
Alfredo
Guevara: Mira, en Cuba mucha gente del cine cubano, ese es mi caso, teníamos
posiciones muy definidas. Quizás no todos las tenían tan definidas, pero los
que militábamos teníamos definido que el movimiento comunista —refiriéndome no
al comunismo sino a los PC— y sus partidos tradicionales eran “catequizadores”.
Esa expresión la encontré recientemente, pero el pensamiento yo lo tenía desde
1959. Catequizadores, no combatientes. ¡La hora era de combate, no de
catequizar! Difundían ideología pero esa ideología no se convertía en nada. De
todas maneras jugaban un papel, pero a mí me parecía totalmente insuficiente.
La lucha por el poder tiene que ser por todos los caminos. Yo creo, como alguna
vez sugirió Fanon, que el verdadero momento de la lucidez política es cuando tú
le arrancas el fusil al enemigo y lo viras contra él. El problema principal es
la toma del poder. Y desde el poder tomar medidas radicales y rápidas. A mis 83
años yo no soy un teórico ni me doy de teórico, simplemente soy alguien que
experimentó muchas cosas en la vida, incluida la clandestinidad, y soy alguien
que estuvo muy cerca de Fidel y del Che. Las polémicas del cine, específicas y
con densidad propia, estaban entremezcladas con polémicas políticas de mayor
alcance todavía sobre la revolución en América Latina y el mundo. Yo sentía que
los PC se habían convertido en conservadores. Cuando surgía este movimiento de
cine, que también protagonizaban desde su escala y de modo muy diferente los
jóvenes cineastas, pues empezaba la crítica a esa actitud conservadora...
Néstor
Kohan: ¿Qué modalidades asumía esa crítica?
Alfredo
Guevara: Yo la veo desde los jóvenes cineastas de aquella época. Era una
actitud, por decirlo de algún modo, insurreccional, aunque quizás resulte
excesivo llamarlo de ese modo. No era sólo de los jóvenes cineastas, sino un
movimiento mucho más amplio, insurreccional, de aquella generación. Era una
insurrección a veces armada, pero también era una insurrección contra la rutina
del pensamiento, contra la estrechez, contra la homogeneidad impuesta por la
última fase de la Internacional bajo mandato de Stalin, etc. Aquella época de
la guerra antifascista y el frente mundial antifascista que ennoblecía los
actos de apoyo a todo lo que tuviera que ver con la Unión Soviética y su papel
concreto de combate frente al nazismo y los ejércitos de Hitler, contra las
ocupaciones fascistas de los países, etc, etc, todo eso obnubilaba un poco el
análisis teórico. Además los PC, incluido el viejo Partido Socialista Popular
(PSP) de Cuba, quedaron permeados por toda esta situación y porque el partido
más cercano, el PC de EEUU con Earl Russell Browder a la cabeza, dieron un buen
cambiazo, al acercarse al New Deal...
Néstor
Kohan: En esa época se decía que los PC debían colaborar con la burguesía
“progresista” y buscar la “unidad nacional”...
Alfredo
Guevara: Exactamente. En Cuba eso se dio en una alianza con Fulgencio
Batista... el Batista de la década del ’40. Así, de ese modo, se implementó la
política de tratar de influir y movilizar a los gobiernos para que acepten la
alianza con la Unión Soviética... Era un punto clave. El nazismo fue realmente
algo terrible, ¿no? Pero de ahí se sacaron tesis políticas complicadas y
sumamente erróneas que se aplicaron en América Latina de la mano de los
partidos influidos por la Unión Soviética. Sobre aquellos viejos partidos y
aquellas viejas tesis... erróneas obviamente... no pienso, sin embargo, que
deban llevarnos a una condena ciega. No creo en una posición “anti-partidos
comunistas”. ¡No! Yo creo que hay que tratar de evaluar y comprender aquella cultura
política, pero al mismo tiempo tenemos que ser implacables con todos esos
errores porque esos errores paralizaron el movimiento revolucionario en América
Latina. Esa cultura política influida por la Unión Soviética de la época de
Stalin y la nueva cultura de izquierda que la puso en discusión se expresaron
en los debates de la cultura de América Latina y en las discusiones apasionadas
sobre las cuales nació el Nuevo Cine Latinoamericano.
Néstor
Kohan: En el caso particular de Raymundo Gleyzer también se presenta esa
disyuntiva. Porque él comienza, en su primera juventud, militando en la
tradición comunista clásica, con la cual rompe poco tiempo después, polemizando
con ese reformismo que usted describe, para integrarse en la tradición
guevarista encarnada en Argentina por el PRT-ERP [Partido Revolucionario de los
Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo]...
Alfredo
Guevara: Eso yo no lo sabía. No conocía su primera militancia juvenil. Pero
mira, una cosa interesante de Raymundo, que luego he aprendido estudiando sobre
él, consiste en que él creía en el cine como un arma... ¡Pero no como un arma a
la que no le interesaban los valores estéticos! Creo que en la obra y el
pensamiento de Raymundo Gleyzer estaba muy claro que la eficacia partía de que
el cine fuera realmente cine, no solamente un arma. Eso me identifica mucho con
lo que yo conozco de Raymundo. También me identifica con los resultados en
pantalla de su cine, no siempre perfectos pero siempre a la búsqueda... siempre
en la dirección clara de realizarse a través del arte, sin renunciar a la
especificidad del arte, empleando el cine como un arma.
Néstor
Kohan: En su film Los traidores Raymundo conjugaba el documental con la
ficción... ¿usted pudo ver esa película?
Alfredo
Guevara: Sí, la he visto. La burocracia sindical, tal como él la refleja en su
film y como yo sé que ha existido y existe en la Argentina, es un caso muy
argentino y muy mexicano al mismo tiempo. Raymundo también conocía el caso
mexicano de cerca...
Néstor
Kohan: Él también filmó México, la revolución congelada...
Alfredo
Guevara: Exactamente. Aunque te confieso que en mi mente no he logrado
generalizar ese fenómeno de la burocracia sindical como Raymundo la retrata en
Los traidores. Siempre he visto el fenómeno argentino como una rareza. No
termino de entender la vida política argentina, por eso empleo el término
“rareza”. Para hablar claro tampoco entiendo mucho la vida política mexicana.
Néstor
Kohan: ¿Usted tiene en mente el paralelo peronismo – PRI [Partido Revolucionario
Institucional de México]?
Alfredo
Guevara: Sí, pero como los cubanos hemos estado más cerca de la revolución
mexicana, de la vida cultural, intelectual y política mexicana y además como he
vivido en México y no he vivido en Argentina, me resulta complejo entender. Por
ejemplo, un día viviendo en México, a fuerza de no entender nada, pensé que la
única manera de entenderlos es convertirme a la mentalidad mexicana. Pero a mí
me ha costado mucho hacer esa operación mental con Argentina. Yo no logro entender
que un pueblo más instruido que otros pueblos de América Latina haya adherido
masivamente al peronismo. Confieso que nunca lo he logrado entender y eso que
conozco, creo, en gran profundidad América Latina y a gran parte de sus países
y sociedades. Incluso leyendo a gente como ustedes, de tu generación, que son
más jóvenes, y que intentan reinterpretar la historia cultural argentina, ni
siquiera así logro entender. Te doy un solo ejemplo de muchos otros posibles.
Como cubano yo he tenido muchos profesores republicanos españoles, anarquistas,
comunistas, etc. Mi primera militancia política fue anarquista, cuando yo era
muy jovencito. Y por eso siempre he seguido las discusiones que se dan en el
estado español sobre la República, la revalorización que hoy ha comenzado de
todo aquello vinculado a la República. Y mirando muchos documentales al
respecto me encuentro con la filmación de la visita entusiasta de Eva Perón a
la España de Franco. ¡Confieso que no entiendo cómo pudo ser una heroína
popular y haber sido factor de movilización popular en Argentina! ¡Con la
España del generalísimo Francisco Franco! Y el general Perón exiliado allí...
al lado de Franco... en el barrio de Puerta de Hierro, barrio de burgueses y
grandes señores... pudiendo haber elegido otros países... incluso muchos de
América Latina. ¡Qué gesto de primitivismo político e intelectual inaceptable!
En Cuba se hubiera rechazado ese vínculo político con el franquismo de plano,
hubiera generado rechazo y hasta risa y no estoy diciendo que Cuba sea mejor
que Argentina. Simplemente no lo entiendo... Y entonces, hablando de
confesiones, también te confieso que para mí Raymundo ha sido alguien raro, un
personaje cultural “raro”.
Néstor
Kohan: ¿En qué sentido?
Alfredo
Guevara: En el sentido de que Raymundo me parece que fue más coherente con mi
propia visión del mundo y del cine. Pero si lo ubicamos en esa Argentina que
fue capaz de movilizarse con Evita..., me siento y me pienso mucho más cerca de
Raymundo —de Raymundo y de sus compañeros y compañeras, tomo a Raymundo sólo
como ejemplo de toda una corriente política— pero me da la sensación de que es
marginal. Veo a Raymundo como alguien que no encaja con la imagen de lo que se
presentó como “la Argentina real”, es decir, con esa Argentina que en aquella
época estaba dividida entre el peronismo y la revista Sur, aquella constelación
de la cultura que se asemejaba mucho a la cultura europea. La cultura que
representaba Raymundo Gleyzer no encajaba en ninguna de las dos Argentinas, ni
en el mundo populista del peronismo oficial ni en el mundo liberal y
eurocéntrico de la revista Sur, los círculos de Borges y las hermanas Ocampo.
Raymundo Gleyzer no encajaba. Su mundo político y cultural, su cine y sus
opciones de vida, no encajaban en ninguno de esos dos polos dicotómicos. Digo
esto aclarando que no conozco bien Argentina y por eso me cuesta comprender.
Entonces, puedo admirar a Raymundo y a su generación, que hoy sería una
generación vieja, ¿tú me comprendes? Admiro a Raymundo Gleyzer y a los más jóvenes
que hoy piensan y actúan por esa línea pero me pregunto si ese segmento no fue
una minoría.
Néstor
Kohan: Evidentemente, si somos realistas, la propuesta político-cultural
guevarista de Raymundo y de su corriente no logró quebrar la hegemonía de los dos
polos de la cultura oficial argentina, tanto del mayoritario populismo
peronista como del mucho más pequeño liberalismo europeísta de la revista Sur,
Borges, Bioy Casares y sus continuadores. Pero la tarea sigue pendiente para
las nuevas generaciones... ¿no es cierto? Construir una hegemonía
antiimperialista y anticapitalista disputando con la Argentina oficial... tanto
en el cine militante como en toda la vida política.
Alfredo
Guevara: En la propuesta estoy de acuerdo contigo. Pero yo lamento que Raymundo
no lo lograra y quedara marginal. Insisto en que no conozco en forma absoluta
Argentina y puedo estar diciendo cosas erróneas. Hoy pienso que estamos en un
nuevo momento de ebullición política en nuestra América. Ojalá aquellos
proyectos políticos y culturales de Raymundo Gleyzer encuentren recepción en
las nuevas generaciones argentinas y latinoamericanas.
NOTAS:
(1)
Hemos intentado analizar algunos de los principales debates y polémicas
desarrolladas por Alfredo Guevara en nuestro ensayo “Pensamiento Crítico y el
debate por las ciencias sociales en el seno de la Revolución Cubana”,
recopilado en el libro Crítica y teoría en el pensamiento social contemporáneo.
Buenos Aires, CLACSO, 2006. pp. 389-437.
(2)
Raymundo Gleyzer (1941-1976) es un cineasta militante y revolucionario
argentino. Fue secuestrado el 27 de mayo de 1976 por las Fuerzas Armadas
argentinas, salvajemente torturado y finalmente asesinado.
Fuente: http://www.albatv.org/Raymundo-Gleyzer-a-contramano-de.html
Fuente: http://www.albatv.org/Raymundo-Gleyzer-a-contramano-de.html
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