17 may. 2012

"Guarda bien esto hijo...". Por Fabricio.

Carta a mi madre, y a todas las madres de la Revolución

 

“¡Ay no! Deje el agite hijo, coma despacio que nadie lo está apurando, descanse, esa vida suya de tanta corredera, jumm, no no no fa-bri-zzzio, le va dar algo…“

Quisiera entenderte madre mía y comprender tus reclamos, de hecho pudiera si nada tuvieras que ver con este “estilo de vida” que asumo, y aunque es duro,  uno se acostumbra y hasta se enamora de esa “corredera”.  

Lamentablemente para ti; afortunadamente para mí, es mucho lo que hiciste para que hoy me encuentre casi sin tiempo para escribirte. Aunque “la buena memoria” no es una de mis virtudes, llevo conmigo una serie de recuerdos desde muy niño, recuerdos de simples detalles que tú, consciente o no, me ibas dando. Definitivamente sería más fácil para todos olvidarlos, pero no puedo.

No puedo, por ejemplo, olvidar esa foto en blanco y negro, en la que en primer plano está mi hermana como de 5 años, y en fondo, pegada a un closet del apartamento que alquilabas en Santa Juana, una postal de un señor de boina con estrella y firme mirada. Imagen que siempre pegué en mi cuarto, incluso desde que aun mi hermana seguía siendo la “famosa” de la foto e ignoraba que el señor de atrás, era el mismo que le había dado sentido a mi segundo nombre: Ernesto. Con el primero no fuiste menos dura: Fabricio, como aquel paisano tuyo que dejó también su comodidad y tranquilidad por transitar el camino agitado e incomodo, el más difícil, pero el necesario.

Al trabajo me llevabas, y me gustaba. Claro, hoy comprendo que era porque no tenias de otra, pero igual gracias. Casi puedo dibujar tu oficina, o mejor dicho el rincón del espacio compartido que podías arreglar a tu modo. Recuerdo el pedacito de papel adornado que decía “…Niño a quien dan cariño, sentirá amor por los niños, cuando la vida le crezca…” y aunque de verdad no recuerdo que me lo cantaras, que bonito fue escuchar de grande ese hermoso tema del puño de Alí que luego grabó su hermano, Lacanción del Lunerito, tirándome ese puente a la infancia y a tu escritorio.  

También había una afiche de un hombre caminando entre arbustos y abajo decía algo como “caminante no hay camino…” y aunque la verdad ese tal Serrat nunca me ha movido un pelo, recordé esa frase y ese afiche, uno de los pocos días que he trabajado machete en mano, abriendo una trocha, que facilitaría el camino de unos campesinos de sus casas hasta el huerto y me decía: “¡verga! esto de hacer camino al andar no es tan fácil como lo canta Serrat”. 

Tampoco olvido el credo de Aquiles Nazoa, que tenias también a un lado del escritorio, y aunque nunca me lo presentaste formalmente, el y yo hoy somos bastante amigos. 
Así llenabas tu pequeño espacio con rostros y frases, no todas las recuerdo pero seguro aquí están. ¿Ya ves? apuesto que vas entiendo de qué va esto. Comprenderás que no fue culpa mía que en lugar de todo eso, tuvieras frases evasivas, de autoayuda, Vargas Llosa o Uslar Pietri en tu escritorio y en lugar de un afiche de Camilo uno del papa.  

Ya un poquito más grande me podías dejar en casa, y una tarde de hastío descubrí un disconaranja con el rostro de un mechudo, que mas que cantando parecía gritando. Me llamó la atención porque era muy distinto al resto, comencé a escucharlo casi a diario, no lo ponía completo pero las historias de “Ruperto” (el que no tenía ni pa´ enterrar su carajito)  y Juanita“La lavandera” me marcaron, mostrándome una realidad, que por supuesto, no conocía gracias a tu esfuerzo incansable que se traducía en comida y algo de “bienestar”.  A los meses lo regalaste a unos primos que realmente no sé si escuchaban la música de Alí o sólo la coleccionaban. Sin embargo ante mi reclamo, hiciste que mis primos en compensación me grabaran un casette de 90 min (que aún conservo) con un compilado de sus temas. ¿Cómo no responsabilizar a Alí de este “agite” actual?

Lo que si me presentaste luego, y creo muy concienzudamente, fue la poesía. Al punto que hoy casi no  puedo leer o escribir un poema sin imaginar tus gestos al declamarla. No es mi culpa que en la pequeña mesa del recibo en lugar de una Biblia (como en el resto de las casas de mis amigos) tuvieras el toque de locura para poner en un pedestal ese libro verde: “Antología Poética Universal”,  abierto en cualquier pagina. No me puedo olvidar de la hilandera y el amor con el hombre ciego que le vía por el cristal de sus lágrimas, de Andrés Eloy, Nazoa, Guillen, Machado, y otros tantos apellidos que firmaban las letras de aquel libro verde que de rato en rato ojeaba y que tu estudiabas hasta memorizar para recitárselos a la visita. Creo que la cosa hubiese sido distinta, si tu tío Homero, por ejemplo, en lugar de pordioseros, les hubiese escrito poemas a los ricos de Boconó. Claro, es muy difícil encontrar poetas de derecha, lo que si abundan son los “hijoepoetas” de derecha. 

Recuerdo a una buena profe de castellano, que engavetaba el programa del ministerio y nos pedía traer un libro cualquiera de la biblioteca de casa. No es mi culpa tampoco, que en la de casa estarían libros que otros padres ni de vaina dejarían en su biblioteca.  Las elecciones no eran casuales, y tú me inducias a tomar tal o cual.  De tu viaje a Argentina trajiste mil cosas, pero sólo recuerdo ese grande libro rojo con las enormes y sencillas cartas de JoséMartí a María Mantilla

En el 94 (tenía 11 años), recuerdo que regresaste de una reunión, y en la mano una tarjeta marcada con siglas y números “MBR-200” firmada por un tal Hugo Chávez      que se había reunido en Mérida a los pocos días de salir de la cárcel y le hiciste que me escribiera: “para Fabricio con Inmenso Fervor Revolucionario”, abajo una “rabo e cochino” que para ese entonces pocos conocían. Me dijiste alegre: “guarde bien esto hijo, que este hombre hará historia”.  Como siempre, o como casi siempre, no te hice caso, y la extravié hace algunos años. Espero aparezca entre algunas de las cajas de las tantas mudanzas. Es curioso que hoy ese hombre este librando la misma batalla por su salud, que tú acabas de librar y vencer, y en tu fuerza y tú ejemplo esta mi esperanza y la de este pueblo.

Hubo cierta edad en la que parecía distraerme, la adolescencia y tal, sobre todo influenciado por el entorno del colegio: hijos e hijas de profesores universitarios, de los cuales tú parecías la de menos “status socio-económico”. Sin embargo, en mi curso habían varios sensibles y otros “medio jipis” así con J, con los que afortunadamente me junté. De pronto aceptaste a inscribirme en el beisbol y allí el entorno fue opuesto al del “cole”. En el patio del segundo, el chevetico era el carro más viejito, pero en las afueras del estadio era el único, bueno había otro más lujoso, una camioneta creo, pero allí se montaba un niño extraño, que no ensuciaba su uniforme y que no hablaba con nadie del equipo. Afortunadamente, me comencé a sentir más cómodo con los de a pie y las busetas dejaron de ser una dimensión desconocida. 

Ya como a los 15 o 16 me diste a leer las cartas que Raúl Sendíc, ese enorme Revolucionario uruguayo, le escribía a sus hijos desde la cárcel, iban revisadas por los esbirros para que no llevara contenido político, pero aún así, se las arreglaba para educar a sus hijos desde los fríos barrotes, y comunicarse con ellos con el calor y el amor que sólo caracteriza a los verdaderos(as) Revolucionario(as). Siempre me pregunte ¿Cómo puede un hombre preso por sus ideas, hablarle a sus hijos de otra cosa que no sea “directamente” sus ideas? Después, tome de la biblioteca un librito blanco y no muy grueso sobre la “Comuna de París” aunque debo reconocer, que a menos de la mitad tuve que parar porque no entendía ni papa. 

Hay muchos detalles que dejo sueltos, y no por olvidarlos, pero la verdad es que el “agite” de mi vida, ya me obliga  a terminar. Espero y puedas recordar conmigo todas estas historias que sin duda han sido responsables de la “aceleración” con la que asumo mis días. De ahora en adelante, no solo te pido que comprendas este ritmo, sino que si algún día notas que me detengo, empújame, y recuérdame que el tiempo se nos va, que decidimos correr angustiados para que otros después puedan caminar tranquilos y sonrientes. 

Gracias entonces, por ayudarme a tomar este camino puyúo, pero sin duda el más digno y gratificante.
Con el inmenso amor que sembraste,
¡Tu Hijo!

9 comentarios:

Ana dijo...

Hace muchos años fue asesinado un joven abogado(Eduardo Umaña Mendoza) en el cementerio su padre (Eduardo Umaña Luna) tomó la palabra y se dirigió a los asistentes a la Plazoleta Che Guevara, de la Universidad Nacional.En medio de su dolor dijo "el único culpable de la muerte de mi hijo soy yo, porque desde niño le enseñe palabras de justicia social, de equidad, de defensa de los más pobres, de los trabajadores..." y el las aprendio muy bien. Eso me marco mucho, porque cada madre, cada padre, tiene algo de responsabilidad en lo que somos, y algunas veces somos injustos al olvidarlos, y excusarnos en nuestras ocupaciones. Gracias Fabricio por el reconocimiento.

Jorge Ramírez dijo...

http://universidadbolivarianadevenezuelaengr.blogspot.com/2012/05/guarda-bien-esto-hijo_17.html muy Bueno amigo....Me lo robe para socializarlo...

Oscar dijo...

No hay presente, ni futuro, sin pasado. Has sido dichoso por la protectora de tu vida, ahora ella es dichosa de observar las consecuencias de su educación.

Post-latido dijo...

Muchas veces llega la pregunta esa, "y de donde habré sacado estas ideas"? y la vida en retrospectiva nos da respuestas, necesarias por dos cosas que marca aquí Fabricio, 1) valorar el esfuerzo de los anteriores, de sus sacrificios, acertados y/o equivocados.2) ver el importante trabajo que tenemos como personas en la vida de hijos, amigos y cercanos y el suma de todos los seres humanos. no debe ser distinto para muchos, ya que varias cosas reflejadas aquí por mi camarada pasaron (y se quedaron) igual en mi hogar, entre ellos el libro de poesías, el basebal y el bus para llegar o a pie, y el Ruperto de los barrios que nos canta Ali, asumir el camino y asumirnos coherente es de lgran responsabilidad para asegurar la poesía el amor y la existencia de una vida coherente.

pochovat dijo...

Esa forja es del temple que te dieron, esa fragua proviene de temperaturas superiores..., cuanto hay en nuestro presente de aquellos días en los cuales se asentaba el ejemplo de las acciones de nuestros padres. Los vi luchar así y como vos hoy tengo que pedir (y como decía Ali); Madre déjame luchar !, he rejuvenecido 20 ó más años en esta revolución.., con la fuerza de la que perdimos en mi país y la ilusión de ver que aqui está cuajando la esperanza en los días que vienen. Confío en la fuerza que te ha imprimido las convicciones de tu madre. Como cuentas; la que la lleva a sobreponerse a todo mal. Cofío también en lo que escribí en aquella nota sobre nuestro Presidente. Viviremos y Venceremos:
http://www.aporrea.org/actualidad/a8481.html

anayadnerak dijo...

hace algunos años, pero para algunos y muchos para otros algo como lo que dices sucedió, nada es por casualidad,todo es consecuencia de todo,gracias a padres y madres somos y seremos,todo en pro de algo,ser coherente con el pensamiento y nuestra acciones,permiten asumir el camino,un camino de batalla propicia a las transformaciones obligadas y necesarias,saludos hacia tiempo que no leí grandes cosas escritas minuciosas herramientas y pocas cosas... pero mucho más que eso que vemos...

Anónimo dijo...

Gracias hijo por esta hermosa carta, la he leído varias veces y aunque no escribo tan bonito como usted, tengo el deber de responderte, no puedo dejarla pasar por alto. Definitivamente emulamos de nuestros padres lo que pudimos, y de allí se nutrió nuestra historia personal, con ese amor incondicional, dando sin recibir y aceptando sin esfuerzo alguno. No es mi culpa que cuando tenía 7 años y mi padre era jefe de transporte del MOP, los adecos lo despidieron porque defendía los derechos de los trabajadores y ellos en solidaridad levantaron una huelga de hambre pidiendo la restitución de mi padre. No es mi culpa que a mi madre le encantaba que yo les recitara a las visita y que fuera cómplice de mis escapadas a la peineta (un barrio de Boconó) para alfabetizar a unos viejitos, no es mi culpa que desde el jardín de mi infancia escuchara los nombres de Fabricio Ojeda y de Chimiro Gabaldón, no es mi culpa que mis padres me sembraron los valores de la solidaridad, el respeto por los demás y el amor al trabajo, no es mi culpa que un día pi padre me mandó a comprar en la bodega y allí un buen hombre me pidió que le diera algo para comer, yo sin pensarlo le di el vuelto que me quedaba, un poco asustada llegue a la casa y mi padre me pregunto ¡Y el vuelto?, yo le respondí se lo di a un señor que no tenia para comer, y mi padre me dijo; “Hizo bien hija”, no es mi culpa que desde niña escuchara a mi tío Homero cuando nos visitaba , declamar su poesía, tampoco es mi culpa que cuando llegue a la universidad me encontré con un grupo de compañeros, que tenían un estilo de vida diferente al resto y hacíamos círculos de estudio para estudiar el capital de Marx y a Salvador de la Plaza, como disfrutaba leerles la fábula de Aquiles Nazoa sobre la ratoncita presumida, a tal punto que creo que Florinda y tu se la aprendieron, cuando fui a un congreso a Cuba, me escapa una tarde para visitar el Museo de la Revolución y cuando vi aquellos seres de cera; a Camilo y al Che, parecían que estaban vivos, y confirme una vez más la decisión de ponerte tu segundo nombre, pero no se trata de hablar de lo que hice, se trata de agradecerte esas hermosas líneas que me escribiste y que sin lugar a dudas van para todas aquellas madres que creemos en un mundo mejor, gracias nuevamente hijo porque hemos compartido este tiempo y estoy convencida que en esta batalla librada por la vida, vamos a recorrer juntos el mejor camino. Me siento orgullosa de mis hijos Fabricio y Florinda. Donde quiera que me encuentre siempre estarán conmigo.

Elvira dijo...

Gracias Fabricio por escribir algo así a tu madre, gracias!! una gran mujer, guerrera, amiga incondicional, una joya verdadera. Gracias ! Elvira

Anónimo dijo...

Y yo me siento super orgullosa de llamarte TIA, de llevar un pedacito de ti, de recordar tus historias, recitar poesias como solo tu sabes hacer. Gracias por esos recuerdos, te amo tia hermosa. Dios te bendiga.