20 sept. 2012

El Hombre de la Transición. Por Instituto Internacional de Estudios Políticos Los 5 Héroes



Marx nos dice: "la condición humana es la relación social". Ortega y Gasset, el filósofo  español,  asentó: "Yo soy yo y mi circunstancia". Es así, el humano pensante ha entendido que él y las circunstancias forman una unidad, con contradicciones, con armonías, pero siempre uno.

Del anterior pensamiento surge una serie de preguntas: ¿Hasta dónde se puede modificar la relación hombre-sociedad, cómo? ¿Puede el hombre escaparse a ella? ¿Cómo conocerla? ¿Cómo se manifiesta la relación entre el hombre y la sociedad? ¿Puede el hombre prepararse para la modificación? Ensayemos algunas reflexiones.

En la política, y en su otra cara, la economía, que nos interesa mucho en estos días, se evidencia la relación hombre-sociedad (circunstancia). Pensemos en cómo actúan los políticos, hasta qué punto influyen en ellos las relaciones sociales, y hasta dónde llega su libre albedrío, hasta qué punto son sólo la personificación de un proyecto, de unos intereses.

Pensemos en obama, por ejemplo, ¿podía actuar diferente a cómo actuó? Preguntémonos lo mismo de rajoy, zapatero, lula. Pensemos en un ultra millonario como bill gates, ¿por qué no reparte su dinero? o en los banqueros ¿por qué no hacen prestamos sin intereses?  ¿Qué piensan, qué determina su pensamiento, cómo lo justifican?

Las preguntas pueden ser infinitas, las respuestas han angustiado al hombre desde lo profundo de la historia, han provocado muchísimas discrepancias. Intentemos aproximaciones.

El sistema capitalista es un conjunto de relaciones, de intereses, de necesidades que como  una tela de araña va atrapando al humano, lo moldea a su imagen y semejanza, lo convierte en una pieza de su interés, lo coloniza y lo transmuta en una personalización del capitalismo. Podemos resumir diciendo que el sistema capitalista se sustenta en humanos capitalistas, sistema y hombre forman una unidad.

El sistema capitalista para funcionar necesita producir mercancías que se realicen en el mercado, es decir, que se vendan, de esta manera realiza la explotación del trabajador.

Debe producir, además, con el mayor beneficio posible, por eso debe adecuar las necesidades de la sociedad a su producción, crear necesidades que maximicen el beneficio para el capitalista. No produce lo que la sociedad naturalmente necesita, sino que crea necesidades que determinen la producción con alto beneficio para el capitalista. De esta manera el capital toma el control de la Sociedad y el humano pasa a ser un manejado, la mercancía, como un fetiche, dirige a la sociedad, el capital es un nuevo dios.

La Política y los políticos en el capitalismo están sumergidos en esta pérdida de la personalidad, están al servicio del mundo de las mercancías, no al servicio del hombre.

El Socialismo pretende zafarse de esta situación de enajenación, cambiar la sociedad, cambiar las circunstancias del hombre. La tarea tiene dificultades: opera en la sociedad enajenada, debe captar a los hombres alienados para la causa del cambio, para el renacer de una nueva sociedad, el período de transición se realiza con hombres de la transición habitados por lo viejo, contradictorios. La tarea es descomunal, pero es posible.

Ya está claro el verdadero discurso de capriles y de la mesa de unidad: es el capitalismo. ¿A este programa qué opone el chavismo? La respuesta parece directa: el Socialismo. Sin embargo, son importantes algunas precisiones. Veamos.

El capitalismo que nos propone capriles es el capitalismo maduro, hacia allá tienden todas las formas nosocialistas por más bondadosas que parezcan. Es así, el capitalismo en cualquiera de sus fases crea una mentalidad egoísta, deforma la visión de la vida, nos transforma en cosas, nos mecaniza e insensibiliza. Recordemos aquel chinito que para comprarse un electrónico vendió una parte de su cuerpo, o la niña atropellada cuyo cadáver permaneció tirado en la calle frente a la indiferencia de los hombres-mercancías.

Al iniciar el camino del capitalismo, en cualquiera de sus versiones, por cualquier sociedad, con cualquier excusa, se va creando un mundo deshumanizado, el de las cosas, y al final del camino encontramos los hombres-mercancías.  Encontramos el capitalismo maduro engarzado con el imperio mundial de la muerte, el proyecto que capriles nos propone, el mismo de la Europa devastada, la de los suicidios, de las emigraciones vergonzosas. El mismo de los gringos que vampirizan al mundo pero se les acaba el tiempo con deuda descomunal, crisis estructural que amenaza con ser definitiva.

El capitalismo, ingenuo o salvaje, cualquiera sea su versión, necesariamente camina hacia un remedo de la forma más evolucionada de este sistema. Así pasa con China, Brasil, grotescas imitaciones de lo peor de los países del norte, acumulando capital y también conciencia egoísta, de millonarios groseros enriquecidos con el sudor y la desdicha de sus hermanos.

Lo anterior es una ley corroborada por la historia. Los ensayos capitalistas imitan las formas más evolucionadas del sistema, aunque de manera deformada, monstruosa, con sus vicios en grotesca mezcla con sus virtudes: el celular con sus miserias, el carrote con el rancho, con su lastre de esclavitud y deformación del humano.

El proyecto Bolivariano, y he allí su inmenso valor, es la posibilidad de romper con el capitalismo definitivamente. Esta es su diferencia esencial con el proyecto de la oligarquía, del imperio. Mantener esa posibilidad es la tarea más importante de los revolucionarios en los pocos días que nos separan de las elecciones de octubre.

Después, la tarea más importante será hacer de nuestro socialismo incipiente, bamboleante, indeciso, un Socialismo fuerte, nítido, donde las formas capitalistas sean vestigio, la conducta egoísta se reduzca cada día, y la relación humana sea de fraternidad y no de guerra. Donde las teorías que coquetean con formas capitalistas sean desechadas, las soluciones de los males de la sociedad se resuelvan con más Socialismo, y las herramientas melladas del capitalismo sean consideradas de alto peligro para la tarea socialista. Donde, en definitiva, el hombre recupere su condición humana, su puesto en la sinfonía de la vida, su armonía con el resto del planeta.

Lo primero es existir, que exista la oportunidad, por eso votar por Chávez, salvar la Patria, es un deber.

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