1 abr. 2013

Muertes prematuras



1
Lo traicionan,  lo abandonan,  lo capturan, los sacerdotes lo condenan, el jefe del ejército de ocupación manda  ejecutar la sentencia,  las turbas  animan a los verdugos que lo clavan de un madero, ahí expira llamando a un Padre que nunca viene.  Apenas lo lloran una enamorada y una madre. Después, dispersos fieles que viven en comunidad, más tarde un imperio, al fin más de la tercera parte de la humanidad clama por un Hijo que venga a librarlos de la traición, del dolor, de la muerte.

2
Ay, balazo, dicen que grita al caer de la mula, herido por asesinos que lo emboscan. Ay, Cumaná.  Ay, Ayacucho. Ay, América. Al golpear el suelo ya no es más que muerte, pero pasan dos siglos y los países cuya independencia selló en esa meseta llamada Rincón de los Muertos  alientan, crecen, esperan.

3
Él sabe  que va a morir, arde en fiebre, delira. Casi todos lo abandonan. Hasta la vida se le va.  Un médico sin título le  diagnostica tisis  sin esperanza.  Aquellos a quienes condujo a independizar la Cuarta Parte del Mundo despedazan su Patria Grande en republiquitas. Todo lo ha dado y a cambio ha recibido sólo un título honroso y un pasaporte al exilio. De su inmensa fortuna no queda ni una camisa limpia para enterrarlo. Lo único que puede dar es el perdón y lo otorga generosamente. Dos siglos más tarde las fragmentadas republiquitas se reconocen como Patria Grande.

4
A la voz de “Tierra y hombres libres” levanta ejércitos de la nada,  encabeza  un torrente de ira, vence la batalla decisiva contra la oligarquía. Cuando se prepara a destruirla,  inspecciona trincheras sin otra escolta que el más vanidoso y más ambicioso de sus oficiales. Un balazo tan certero que debe haber sido disparado de cerca le vuela la cabeza. Esconden su cuerpo exánime pero no su recuerdo. Pasan demasiados años y su tierra florece en fundos comunales que llevan su nombre.

5
Este es un  pequeño y  frágil poeta que consigna en  la última carta a su hermano su deber de “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”. Un día después en su primer combate  cae muerto de tres balazos. Cuatro años más tarde Estados Unidos interrumpe la Guerra de Independencia e instaura un protectorado sobre Cuba. Medio siglo después y por siempre Cuba se convierte en Territorio Libre de América.

6
Este fue peón y domador de caballos y agrarista y  entregó a los campesinos las tierras comunales de la Villa de Ayala. Peleó victoriosamente contra tres presidentes; de frente nadie le pudo; un tal Guajardo le ofrece pasarse para la Revolución y entregarle un parque y en cuanto lo tiene a tiro lo acribilla en traicionera emboscada. Nadie cree que ha muerto. Zapata vive. Viva Zapata. Pregunte en Anenehuilco.

7
Lo rastrean con foto sensible al calor tomada por aviones espías gringos, lo persiguen,  lo abalean en la pierna, le caen a culatazos, lo arrastran hasta un rancho, lo  dejan para que siga desangrándose.  Es un preso infinitamente más grande que sus captores. Batalló y venció en tres frentes, y en la geografía infinita de la idea.  Mientras aliente, es un peligro. Un voluntario le descerraja unos tiros. Después le cortan las manos. Cinco décadas después la tierra que regó con su sangre se subleva democráticamente y domina sus recursos naturales.

8
La entrega al pueblo atrae la muerte como la cumbre al rayo. Aquel  cae en emboscada de los Somozas, el otro en París pidiéndole a España que aparte de él este cáliz. El otro es asesinado en La Moneda mientras defiende con metralleta que no sabe manejar el voto con el que el pueblo lo hizo Presidente ¿Quién contará las estrellas o los que se fueron a pesar de que debían seguir alumbrándonos? Toda muerte es prematura. Nuestra vocación es la eternidad. La talla de quien nos deja se mide por la tarea que nos lega. Quien muere por la justicia al tercer día resucita en su obra.

(TEXTO/FOTO: LUIS BRITTO)

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