Las negociaciones climáticas de la Organización
de las Naciones Unidas pueden energizar la búsqueda de solución al
recalentamiento planetario que, según el Banco Mundial, sigue avanzando y puede
llegar a cuatro grados para 2100.
Así lo establece el estudio “Reducir el calor:
Por qué se debe evitar un aumento de 4°C de la temperatura mundial”, presentado
el 19 de este mes y elaborado para el Banco Mundial por el Potsdam Institute
for Climate Impact Research y por Climate Analytics.
Pero la 18 Conferencia de las Partes de la
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 18), que
comienza este lunes 26 en la capital de Qatar, se ha vuelto extremadamente
compleja.
Los 194 estados parte de la Convención están de
acuerdo en fijar un objetivo de reducción de emisiones de gases de efecto
invernadero para evitar que el aumento de la temperatura media mundial supere
los dos grados y nos aproximemos a un cambio climático catastrófico.
Esa meta es fácil de entender, pero la forma de
alcanzarla ha sido objeto de intensas negociaciones durante muchos años, dijo
Jennifer Morgan, directora del Programa de Clima y Energía del Instituto de
Recursos Mundiales, una organización no gubernamental con sede en Washington.
El año pasado, en la COP 17 de Durban, se requirieron
días extraordinarios de negociaciones para que los países finalmente acordaran
una nueva ronda de discusiones para crear un tratado internacional legalmente
vinculante.
Ese pacto exigirá que todos los países adopten
recortes de sus emisiones de dióxido de carbono para 2015 con el fin de cumplir
el objetivo de no superar los dos grados. Se espera que esto se ratifique y
entre en vigor en 2020.
“Nadie sabe cómo será ese nuevo acuerdo. ¿Se
presentarán los países en Doha con la voluntad de crear un plan de trabajo
sólido?”, comentó Morgan a Tierramérica en el marco de una conferencia de
prensa.
Para 2015 faltan menos de tres años. El
Protocolo de Kyoto, que obliga a los países industrializados a reducir sus
emisiones, se negoció en menos de tres años y se firmó en 1997. Pero llevó ocho
años, hasta 2005, conseguir las ratificaciones necesarias para que entrara en
vigor. Y países clave, como Estados Unidos, retiraron su firma.
Una de las principales cuestiones en Doha será
la “ambición”, dijo Morgan, en referencia a los volúmenes de reducción de gases
que los gobiernos estén dispuestos a asumir.
La ciencia climática muestra que, para que el
calentamiento no supere los dos grados, las emisiones mundiales de gases
invernadero deben empezar a decaer en 2020.
Con ese fin, las naciones industriales deben
abatir sus emisiones entre 25 y 40 por ciento por debajo de las que tenían en
1990.
Estados Unidos se comprometió a una reducción de
tres por ciento respecto de 1990. Gran Bretaña va rumbo a una disminución de 34
por ciento y ya logró 18 por ciento.
“Esperamos que Estados Unidos lleve a Doha una
nueva estrategia, más ambiciosa”, dijo Morgan.
Los actuales compromisos distan mucho de lo que
se necesita, dijo Bill Hare, presidente y director gerente de Climate
Analytics, una organización sin fines de lucro que se dedica a la asesoría
climática y tiene su sede en Berlín.
Los países deben encontrar la manera de reducir
entre 9.000 millones y 11.000 millones de toneladas de dióxido de carbono para
2020, o habrá que olvidarse de los dos grados, dijo Hare a Tierramérica.
Se está ampliando la “brecha de emisiones”,
entre los recortes comprometidos y los que se necesitan para mantener el clima
bajo control, según nuevos datos divulgados por el Programa de las Naciones
Unidas sobre el Medio Ambiente y la organización de Hare.
“La brecha sigue ampliándose… y eso hace cada
vez más difícil y costoso sostenerse debajo de dos grados”, planteó.
Después de la quema de combustibles fósiles, la
deforestación es la segunda mayor fuente de emisiones de carbono.
Para incentivar financieramente a que los países
en desarrollo reduzcan la deforestación, en la COP 18 también se negociará el
controvertido programa REDD+ (Reducción de Emisiones de Carbono Causadas por la
Deforestación y la Degradación de los Bosques).
Los bosques valen mucho más que como depósitos
de carbono, advierte la primera evaluación científica exhaustiva de REDD+ y de
sus posibles impactos sobre la biodiversidad y los medios de vida de las
poblaciones locales.
Conservar la diversidad biológica y el sustento
humano es esencial si queremos que este programa funcione, señala el informe
“Understanding Relationships Between Biodiversity, Carbon, Forests and People:
The Key to Achieving REDD+ Objectives. A Global Assessment Report” (Entendiendo
las relaciones entre biodiversidad, carbono, bosques y población: La clave para
lograr los objetivos REDD+. Una evaluación mundial).
La Unión Internacional de Organizaciones de
Investigación Forestal divulgó un avance de ese informe antes de la reunión de
Doha, donde se presentará el texto completo.
“Los bosques, que están menguando rápidamente,
no son solo depósitos de carbono. Brindan una amplia gama de bienes y servicios
ambientales que la gente necesita”, dijo a Tierramérica el coautor del informe,
John Parrotta, científico del Servicio Forestal de Estados Unidos.
Por ejemplo, suministran agua limpia, evitan
inundaciones, aportan alimentos y hábitat para los seres humanos y muchas otras
criaturas, como las abejas, que cumplen servicios valiosos como la
polinización.
La deforestación engulle cada año un área
equivalente a la de Grecia (13 millones de hectáreas), y está pautada
principalmente por el avance de la agricultura y por las industrias madereras.
REDD+ es un intento de revertir esa tendencia, creando valor financiero para el
carbono almacenado en los bosques.
A medida que crecen, los vegetales toman dióxido
de carbono de la atmósfera y lo almacenan por el resto de sus vidas. En vez de
talar los árboles y vender la madera, el carbono sólido alojado en árboles vivos
puede venderse bajo la forma de “créditos de carbono” en un mercado abierto.
Entonces, una industria de acero o cemento de
Estados Unidos o de un país europeo puede comprar esos créditos en lugar de
reducir sus emisiones de gases invernadero. El precio actual ronda 10 dólares
por tonelada.
Como cualquier otro mercado, el del carbono
demanda verificar cuánto carbono hay en un bosque y cuánto permanecerá allí a
lo largo de 40, 60 u 80 años. Este procedimiento es demasiado complejo y
costoso.
Quienes compran los créditos de carbono también
quieren acuerdos contractuales con los dueños del bosque para garantizar que el
carbono quede en el bosque, lo que puede impedir que varias generaciones de
poblaciones locales usen ese recurso para alimentarse, arreglar un techo o
incluso cazar.
Aunque REDD+ puede proteger los bosques y ser
una fuente de ganancias anuales para la población local, llevarlo a la práctica
en forma correcta es muy complicado y queda mucho por hacer, dijo Parrotta. “Es
difícil vislumbrar muchos avances en Doha”.
TOMADO DE CUBADEBATE
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