La vida de este singular hombre que hizo tantas cosas como si viviera
muchas vidas, no cabe en grupo de cuartillas. Hijo de Nicanor Mella y Cecilia
Mac Partland, es inscrito por el padre a los 10 años como Nicanor Mac Partland.
Evidentemente fue fruto de un amor extramatrimonial. Ya para esa fecha ha
viajado con su madre y hermano a Estados Unidos.
Con 16 años solicita su ingreso en el Instituto de Segunda Enseñanza; a los
18 viaja a México donde supuestamente estudiaría una carrera militar y a esa
misma edad ingresa en la Universidad de La Habana en la Facultad de Derecho y
Filosofía. Un año más tarde es el administrador y colaborador de la revista Alma
Mater.
En 1923 dirige el movimiento reformista en la Universidad y funda la
revista Juventud. Ese año hace realidad un sueño: crea la Universidad
Popular José Martí y en agosto de 1925 funda, junto a Carlos Baliño, el Partido
Comunista, mientras del 5 al 23 de diciembre protagoniza una huelga de hambre
con la que sale de la prisión. Unos meses después se va a México. En Cuba
no podía seguir porque el dictador Gerardo Machado lo mataría en cualquier
momento.
Junto a una acción tras otra, muchas de ellas fundacionales, el joven
dirigente deja en Cuba decenas de textos. En Nuestro credo del
primer número de la revista Alma Mater, dice: “Por medio de este
órgano los estudiantes cubanos se comunicarán espiritualmente con todos los
compañeros que hablan el idioma de Cervantes en ambos hemisferios, y
divulgaremos así la cultura, el valer de la juventud intelectual cubana”. En
esa misma edición publica la sección En el feudo de Bustamante, firmada por
Lord Mac Partland, el primero de los múltiples seudónimos que utilizó.
“La verdadera función de la universidad en la sociedad, no debe ni puede
ser el más alto centro de cultura una simple fábrica de títulos, no es una
Universidad latina una escuela de comercio a donde se va a buscar tan solo el medio de ganarse la
vida, la Universidad Moderna debe influir de manera directa en la vida social,
debe señalar las rutas del progreso”, escribe en esa propia revista en su
número cuatro.
“Intelectual es el trabajador del pensamiento. ¡El trabajador! O sea,
el único hombre que a juicio de Rodó merece la vida, es aquel que empuña la
pluma para combatir las iniquidades, como otros empuñan el arado para fecundar
la tierra”, afirma
en el número uno de la revista Juventud, mientras que en el primer aniversario de
la Universidad Popular José Martí, escribió “Propagamos la cultura, sí, pero
no la cultura hipócrita y oficial. Nuestra cultura y nuestros esfuerzos tienen
como fin revolucionar las conciencias de los hombres de Cuba para formar
una nueva sociedad.”
En esa propia revista, en su número once, presenta al poeta argentino José
Leopoldo Franco e incluye ocho poemas del escritor que aplaude con devoción.
Por su intensa actividad fundacional, a Mella generalmente se asocia con la
acción. Es un craso error. Si bien dedicó su pluma especialmente a asuntos
sociales y políticos, hombre de una amplia cultura, realizó análisis
brillantes sobre el pensamiento de figuras que lo signaban.
“Proletarios de todos los países, uníos”, Marx
“Juntarse es la palabra del mundo”, Martí
"He aquí dos sentencias pronunciadas en
diferentes latitudes y por hombres muy distintos; pero encerrando ambas una
profunda verdad” es un excelente texto, publicado en el periódico Aurora, donde
compara a los dos grandes pensadores que tanto influyeron en él.
Cuando llegó a México, en 1926, casi inmediatamente fue miembro del
comité ejecutivo de la Liga Antimperialista de las Américas. No es para menos,
su visión sobre el enemigo del Norte y el peligro que representaba para los
países latinoamericanos, la había expresado en varias oportunidades. “El
ideal de Bolívar debe ser nuestra aspiración, el de Monroe es
nuestra muerte”, sentenció en uno de los textos publicados en Alma
Mater.
Estaba casado con Olivia Zaldívar. Algunos dicen que ella no
comprendía las ideas de su marido. Lo siguió a México, salió embarazada y perdió
al bebé. Vio cómo Mella metió el cuerpecito en una caja para enterrarlo, secretamente, en
el cementerio, porque no tenía con qué pagar el entierro. Cuando
volvió a quedar embarazada, regresó a Cuba. El padre nunca vio a su hija
Natacha.
A su vez, Tina Modotti era la compañera de Xavier Guerrero, quien en
ese tiempo estaba cumpliendo una misión en la URSS. Cuentan quienes
presenciaron el encuentro entre ella y Mella que fue un flechazo. No quería
decirle a Xavier por medio de una carta que amaba a otro hombre, deseaba
hacerlo personalmente, pero el cubano, siete años menor que ella, la apremiaba.
Al fin, a través de un amigo común se lo dijo a Xavier y comenzó una
relación doblemente intensa con Mella. Compartían, además de la pasión, todos los
trabajos como miembros del Partido Comunista Mexicano y de otras actividades
revolucionarias.
El 11 de septiembre de 1927, desde Veracruz, Mella le escribe: “Mia
cara Tinísima: Puede ser que para ti fuera una imprudencia el telegrama, pues
estás acostumbrada a llenarte de asombro por todo lo que hay entre nosotros.
Como si fuera el crimen más grande el que cometamos al amarnos. Sin
embargo, nada más justo, natural y necesario para nuestras vidas”.
Desde 1922, fundado por los miembros del sindicato de artistas, circulaba
en México la revista El Machete, con dimensiones poco usuales, servía
para cartel. Nació para difundir un arte accesible al público y contaba
con dibujos de Diego Rivera y otros grandes muralistas mexicanos. En ese
medio de difusión, Mella dio a conocer numerosos trabajos con los seudónimos de
Kim y de Cuauhtémoc Zapata.
En el número uno de la revista Tren blindado, publicó una valoración
de Octubre, un filme soviético: “El cine es el arte favorito de
la multitud. Ningún otro expresa mejor su sed inacabable de imágenes y
movilidad. El cine yanqui, con excepción de films (sic) como los de Chaplin,
había venido siendo utilizado para la propaganda militarista y para la
formación del cerebro de las nuevas generaciones en el culto sagrado a los
dioses del Olimpo financiero de Wall Street. Octubre es el film de la Revolución. Ahí
la técnica y el argumento han llegado a su mayor grado de sincera expresión
moderna, en el país del proletariado”.
En los archivos del Partido Comunista Cubano se encuentran textos inéditos
de Mella. Por ejemplo:
Glosas al pensamiento martiano, un libro que debe escribirse.
“Hace mucho tiempo que llevo en el pensamiento un libro sobre José Martí,
libro que anhelaría poner en letras de imprenta. Puedo decir que ya está ese
libro en mi memoria. Tanto lo he pensado, tanto lo he amado, que me parece un
viejo libro leído en la adolescencia. Dos cosas han impedido realizar el
ensueño. Primero: la falta de tiempo para las cosas del pensamiento. Se vive
una época que hace considerar todo el tiempo corto para HACER”.
También el cuento “El asno con garras”, escrito en 1926, que no se sabe
si lo publicó en algún lugar o no.
Se ha descubierto que fueron fraguados varios planes de asesinato contra
Mella. Le seguía dando muchos dolores de cabeza a Machado. El 10 de enero de
1929, “cuando caminaba por la Avenida de Morelos, al torcer por Abraham
González, sintió dos disparos” según su propia declaración en la Cruz Roja,
donde murió a las 2 horas y 15 minutos del día 11.
Tina
contó que al sentirse herido, Mella cruzó la calle para evitar que una bala la
dañara a ella. Ya en la acera, al desvanecerse en un desmayo en sus brazos, le
dijo: Muero por la Revolución. A partir de
ese instante ya no encontraría al llegar a su casa un papelito con la frase “te
amo” o una flor. La comunista italiana había perdido su gran amor, Cuba a uno
de sus hijos más grandes.
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