La perenne guerra, ahora cambia la tinta con la que se ha escrito la historia, cambia la sangre y la confrontación cuerpo a cuerpo, por ciber-conspiraciones, tecnologías armamentistas dirigidas por computadoras y guerra de cuarta generación, todo esto en un lenguaje distinto, que no deja de lado, las posturas hegemónicas, de hacer referencia arbitraria, a la lucha maniquea entre el bien y el mal. Estamos en tiempos distintos, plenamente globalizados. Vivimos en sociedades interconectadas por la red, y es a través de ésta última, que podemos comprar lo más mínimo, sin contar con efectivo, sólo poseyendo una tarjeta que magnéticamente, esté codificada de una manera tal, que sea entendida por el lenguaje computarizado de la economía financiera.
De esta forma, prácticamente todo, lo que mueve el sistema organizativo, político, económico y comunicacional, de estos tiempos, tiene que ver en gran medida con el internet. Cosa que se convierte en blanco perfecto, para quienes espían a otros países, para quienes acumulan y registran, históricas experiencias de explotación, violación a los Derechos Humanos, o para quienes simplemente desarrollan capacidades técnicas tales, que ejercen el oficio de hackers, para difundir noticias que, de no ser por esa vía, permanecerían ocultas en los cementerios de las agencias de inteligencias más importantes del mundo (caso Wikileaks).
Existe una paranoia mundial (infundada), ante una posible “ciber-guerra”, cuestión que pretende generar una alarma colectiva, ante la vulnerabilidad de los “buenos”, por fuerzas “oscuras” que planean atacar a la población mundial, creando virus para espiar y bloquear los sistemas operativos de todos los países del mundo, generando así un conflicto a escala global, que sólo puede ser comparado con las catástrofes que se describen en las “sagradas” escrituras. Se crean en definitiva, monstruos que surgen de sus propios parques tecnológicos, de sus propias herramientas, con las que la humanidad iba a alcanzar el progreso definitivo y el bienestar de todos los seres humanos (promesa fallida). Surgen de la nada “terroristas”, que ponen en peligro el sistema de acumulación que impulsan las naciones poderosas; mal llamados “terroristas” que con sus acciones no perjudican en nada a los pobres del mundo, sino que mueven los cimientos de las refinadas formas de explotación global, que el mercado y sus profetas ponen al servicio de las transnacionales.
No queremos con esto, justificar ningún ciber-ataque, pero es que mientras se genera una ciber-alarma colectiva falaz, se ataca de verdad (de forma fáctica), a pueblos enteros, enarbolando la bandera de una supuesta seguridad y lucha, contra los otros, esos otros que no nos gustan, que nunca nos han gustado y que además poseen los recursos naturales que yo necesito. Lo más curiosos del asunto, es que se encienden las alarmas contra los espionajes, de hackers extranjeros o internos, mientras que para nadie es un secreto que ha sido por la WEB por donde las agencias de inteligencia internacional y algunos Estados, han espiado a distintos países u organizaciones sociales antisistémicas, satanizadas y cargadas de epítetos de cualquier tipo. De lo que si estamos seguros, es que podemos hacer mención de un ojo ciber-panóptico, que mira y vigila las comunicaciones más privadas de la población en su conjunto, el caso chileno es emblemático, cuando decreta a la luz pública el espionaje de conversaciones privadas a través de las principales redes sociales de la WEB (ver: http://www.aporrea.org/internacionales/n182138.html).
En ese sentido, lo que no podemos negar es la existencia de ciber-ejércitos, como el creado por China en 1996, que permanentemente vigilan, buscan y crean formas de organizar la producción a nivel global, y que en definitiva, son ellos quienes luchan por la tranquilidad del sistema de interconexión de la WEB, para ellos la paz, es acumulación, a costa de los que sea. Lo que no podemos esconder, es que aunque cambie de lenguaje, la guerra siempre escribirá la historia con la única tinta que conoce. La sangre de los pueblos explotados. Lo que no podemos dejar de decir, es que los intereses internacionales dominantes, inclinan la balanza hacia la destrucción de pueblos enteros, sin importar a cuantos se tenga que silenciar.
Ésta, en potencia, ciberguerra (fría o caliente), no es más que la renovación de métodos tradicionales, en los que la lucha por los recursos naturales, sigue siendo literalmente, el combustible que enciende el motor de la historia. Y como dice Foucault, quien voltea el señalamiento de Von Clausewitz, asegurando tajantemente que la política es la continuación de la guerra por otros medios, seguimos así ante una disputa irracional que no encuentra asidero, mientras los discursos de paz ignoren que en el mundo sigue muriendo gente de hambre, y que las relaciones sociales generadas por éste modelo de acumulación, promuevan la cosificación y mercantilización de la vida.
Parece que la guerra es el único lenguaje que conoce el sistema dominante. Lo demás son escusas, con las que se carga la tinta. La misma con la que el vencedor, escribe la historia.
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