En Mérida las condiciones están dadas, a causa de las disputas sectarias dentro de las filas revolucionarias.
Consolidar el proceso
emancipatorio en Mérida, desde la clase de los explotados se ha convertido en
un teje maneje, por alcanzar espacios de poder, que no rompen con la lógica
liberal-burguesa, de mando-obediencia, relación que sostienen las posturas, que
al final, terminan justificando la división internacional del trabajo y la
división social del conocimiento, sostén instrumental la primera, e ideológica
(como falsa conciencia) la segunda, del sistema capitalista. Se convoca al
desmantelamiento, de parte, del aparato liberal, llamando a unas elecciones, a
mediados de Junio del 2011, que pretendieron construir una Junta Parroquial
comunal, en detrimento, de los ya caducos, Concejos Parroquiales, cosa que no
se ha podido concretar, porque la política no estaba clara, y fueron los mismos
concejales quienes apelaron ante la ley, su derecho constitucional, a
permanecer en su cargo hasta que el período por el cual fueron electos
finalice. Se pide organización al pueblo, para que las instituciones no den la
respuesta que el pueblo solicita. Se le da la espalda a militantes sociales de
base, que no tienen jefes políticos, o que no son “obreros” de altos personeros
del gobierno, que quieren permanecer en las estructuras tradicionales del poder
(que oprime), utilizando al pueblo como instrumento, que catapulte sus
aspiraciones personales. En fin, diez mil cosas más, que no es el caso exponer
en esta reflexión, entre otras razones porque lo anteriormente explicado,
evidencia que éste, el Estado Bolivariano, sigue siendo expresión de un Estado
que está al servicio de la clase de los que explotan, aunque en el Artículo 2
de nuestra constitución diga, que es un Estado democrático y social de Derecho
y de Justicia, cuestión que queda demostrado, tenemos que construir nosotros,
las bases sociales, quienes creemos en otra lógica del poder. Esto último por
ejemplo, en lo que a poder entiende Dussel, quien asegura, se trata de
potentia, poder hacer, poder construir, poder pensar, poder teorizar. En ningún
momento creemos, ni queremos, poder mandar, poder imponer, poder reprimir,
poder dominar.
Como militantes revolucionarios
de base, tenemos el rol impostergable de construir un verdadero poder popular,
acorazado políticamente, autónomo como principio liberador, alegre y creativo
como esencia de un pueblo que subvierte el orden liberal dominante y que
construye a diario su emancipación. Nadie, en ninguna parte se ha atrevido a
afirmar que ésta sea una labor sencilla, mucho menos en una sociedad plagada de
contradicciones, mucho menos en una sociedad que se niega a sí misma, mucho
menos en un Estado en el que el poder es la negación de la libertad de los
hombres y las mujeres, donde ya los hombres y mujeres, organizados, dejan de
poder y dejan de querer, llegando al punto de dejar de creer, no en el
proyecto, sino en quienes lo dirigen. Tienes hambre, empuña un libro: ¡es un
arma! ¡Tú tienes que gobernar! (...) Apunta con tu dedo sobre cada tema y
pregunta: “¿qué es esto?” ¡Tú tienes que gobernar! Decía Bertold Brecht en su
elogio del estudio. En ese sentido, estamos convencido que: No podemos seguir
sosteniendo una lógica que no sirve como instrumento para la emancipación de
los pueblos. No debemos sostener directores dueños de licorerías, que están
ubicadas frente a preescolares (esto no es ético). No podemos generar
expectativas a la comunidad, de la implementación de alguna política pública, y
no cumplir. No podemos utilizar los métodos “Adequistas” de pedir el carnet del
partido antes de mirar la necesidad del pueblo. No podemos sostener prefectos
en nuestras parroquias. Hay que desmantelar de una vez por todas dichas
imágenes de poder, expresión liberal-burguesa de las relaciones sociales de
dominación alienante.
Esto de convocar al pueblo a
elegir sus representantes, suena a disco trillado, y odiosamente acertado, de
quienes aseguraron en algún momento que no era otra cosa que la democratización
de la elección de nuestros opresores. Queremos gobernar de verdad. Ya no
queremos más migajas.
Hacemos entonces, la propuesta
de la eliminación de la imagen del jefe civil (prefecto), por un “comité de
paz”, ad honoren, conformado por los consejos comunales de la parroquia Domingo
Peña, en el que participe un vocero por Consejo Comunal, y que se reúna
permanentemente; que además, sea expresión directa de la articulación colectiva
de la Sala de Batalla Social de la parroquia Domingo Peña, y que sirva como
instrumento para fortalecer la organización social de base. Esto con el
objetivo fundamental de dar al traste con las relaciones de poder verticales,
que sostienen las formas burguesas de ordenar y conducir la sociedad en su
conjunto.
El debate está planteado,
nosotros hoy elevamos esta propuesta. Estamos animados a que los Consejos
Comunales comiencen a construir un nuevo Estado, pero no sobre las bases de una
institucionalidad reproductora de la lógica de dominación. Eso que hasta hoy
nos organizó la vida en sociedad debemos hacerlo polvo. Ahí comenzará a surgir
el hombre/mujer nuevo/a. Cerramos esta reflexión, citando el concepto de Poder
Popular que hemos construido, en colectivo, los voceros y voceras de la Sala de
Batalla Social de la Parroquia Domingo Peña. Para nosotros:
“El Poder Popular, no es más
que la construcción de un poder capaz de estar al servicio del bienestar
colectivo, autónomo y consciente, que permita fortalecer la soberanía y el
crecimiento integral colectivo, a través de una gerencia organizativa, que
impulse la participación sustantiva en la toma de decisiones, que comprenda que
en la unión (de clase), honesta e incluyente, se encuentran los insumo
necesarios para construir comunidad, movilizados permanentemente, por la
comunicación dialógica, que agudice las contradicciones necesarias, que nos
permita avanzar en la lucha por la emancipación”.
La confrontación por la toma y
la destrucción del poder que oprime, cada vez se hace más inevitable.
carlos_rivas_45@hotmail.com
Consejo Comunal “Maestro
Heriberto”
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