Algunos
todavía guardan dudas, tienen temor de llamar al pan, pan y al vino, vino. Se
entiende que el guabineo pudiera tener como referencia el pernicioso bagaje
cultural de sumisión y misericordia que todavía tienen algunos cuando se habla
de Israel. Pocos se atreven a decir que ese es un estado forajido, sin ley,
maleante y en esencia terrorista. Cualquier jurista que se precie serio y le meta
el ojo a los supuestos argumentos legales que ejecuta el sionismo contra los
palestinos encontrará un cúmulo de elucubraciones, tergiversaciones de lo que
es el estado de derecho y lo peor, se percatará de qué forma la derecha judía
manosea los textos bíblicos y los forja como si fueran leyes para un Estado
laico. Israel no tiene constitución y por ende no impera la lógica de las leyes
ni están obligados a respetar el derecho internacional. Lo que sí existe es el
fundamentalismo de una élite judía que impone sus normas de manera caprichosa
bajo la mirada complaciente de la mayoría de los israelitas y sobre todo, ante
la actitud complaciente de los organismos internacionales que dicen ser los
garantes de la democracia y derechos humanos en el mundo. Cuando hablo de
fundamentalismo no es por una imprecisión conceptual de mi parte, lo hago
conciente de la manipulación que se ha tenido de esta categoría la cual siempre
se le ha adosado a los pueblos árabes con el objeto de descalificarlos y con el
fin de que se les mire como bárbaros, salvajes o asesinos; por cierto ¿No
fueron los españoles los que cometieron uno de los mayores genocidios en el
mundo contra los indígenas? Creo que nadie se atreve a calificar de terrorista
o sanguinario al desabrido rey de España, a los sesudos políticos del Partido
Popular o al canalla de José María Aznar ¿Por qué nadie les dice
fundamentalistas?
Juan
Luís Cebrián, periodista y quien fue además fundador del Diario El País,
explica en su texto “Fundamentalismo Democrático”, la manera como las grandes
potencias del mundo con el contubernio de los medios de difusión manipulan,
sesgan y se cartelizan para calificar a
todo aquello que no se parece a sus ideales como fundamentalistas,
antidemocráticos o terroristas; dice este escritor que “el fundamentalismo es de origen religioso,
preconiza la interpretación literal de los textos sagrados y su estricto
cumplimiento. Pero, por extensión, podemos aplicar el mismo calificativo a
aquellas corrientes que pretenden aplicar de manera ortodoxa la doctrina de un
partido político, y aun ejercer del mismo modo la acción política”. Siendo esto
así tan clarito como el agua, pregunto yo en mi sana ignorancia: ¿No es
fundamentalista la Iglesia Católica al cuestionar y censurar a la Teología de
la Liberación? ¿No es fundamentalismo el recetario del FMI ejecutado a sangre y
fuego en América Latina para darle soporte al neoliberalismo? ¿No son
fundamentalistas los medios privados al calificar de delincuentes a unos y
ocultar el malandrinaje de cuello blanco de las oligarquías? ¿No es ultra
fundamentalista Bush, Obama al pretender imponer por la vía de las armas su
visión de libertad en cualquier país que se les oponga? ¿No es fundamentalismo
que la Casa Blanca califique de antidemocrático al Presidente Chávez por
declararse socialista? y ¿No es fundamentalista el estado de Israel al
construir muros; robar el agua, tierras, combustible, órganos incluso, asesinar
a niños y ancianos, bombardear escuelas; etc. al Pueblo Palestino por
resistirse al sionismo? Como ven estimados lectores estamos ante términos con
doble rasero, con tergiversaciones de fondo y formar avaladas por domesticados
“periodistas”, “políticos”, “historiadores”, “abogados” que prefieren
subordinarse a la cultura del terror en vez de emitir su verbo ponzoñoso contra
todo aquello que oprime y vilipendia a las mayorías en el mundo.
Desde una visión nada ortodoxa, Cebrián afirma que el fundamentalismo en concreto es “en realidad, todo aquel que entiende que existe una única manera de ser, y una única manera de hacer para una única manera de pensar”. Para nada niego la existencia de organizaciones islámicas radicales que se valen de la fe para imponer su visión o dogma como verdad omnipresente; no obstante, es necesario resaltar que éstas no tienen la capacidad mediática, poder económico y mucho menos bélico para crear hegemonía como sí lo hicieron los católicos, el imperialismo gringo y su versión sionista. Para ganarle la batalla al fundamentalismo israelita no sólo ameritan acciones políticas en el escenario internacional, implica además sembrar la duda en nuestra población de todo aquello que nos dijeron sobre un pasado construido a conveniencia de la minoría sionista.
Desde una visión nada ortodoxa, Cebrián afirma que el fundamentalismo en concreto es “en realidad, todo aquel que entiende que existe una única manera de ser, y una única manera de hacer para una única manera de pensar”. Para nada niego la existencia de organizaciones islámicas radicales que se valen de la fe para imponer su visión o dogma como verdad omnipresente; no obstante, es necesario resaltar que éstas no tienen la capacidad mediática, poder económico y mucho menos bélico para crear hegemonía como sí lo hicieron los católicos, el imperialismo gringo y su versión sionista. Para ganarle la batalla al fundamentalismo israelita no sólo ameritan acciones políticas en el escenario internacional, implica además sembrar la duda en nuestra población de todo aquello que nos dijeron sobre un pasado construido a conveniencia de la minoría sionista.
Mariano
Ali
marianoali73@gmail.com
@aliperiodista
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