16 mar. 2012

Nueve años sin Rachel Corrie. Por Juan del Sur



Rachel Corrie tenía 23 años. Estaba en Gaza para solidarizarse con el pueblo palestino. Quiso impedir la demolición de una casa por parte del ejército de ocupación, pero la topadora la arrasó junto con ella.

Rachel Corrie tenía 23 años. Estaba en Gaza para solidarizarse con el pueblo palestino, víctima del fascismo israelí. Quiso impedir la demolición de una casa por parte del ejército de ocupación, pero la topadora la arrasó junto con ella. Amnistía Internacional condenó la muerte y recordó que "el ejército israelí ha demolido más de 3.000 hogares palestinos en los territorios ocupados, así como extensas áreas de tierra agrícola, propiedades públicas y privadas e infraestructura de acueductos y electricidad en zonas urbanas y rurales. Las motoniveladoras usadas para las demoliciones han matado a civiles palestinos, pero hasta la fecha ninguna investigación cuidadosa ha ocurrido".

En la última carta a su madre, días antes de ser asesinada, Rachel le decía: “Esto tiene que terminar. Tenemos que abandonar todo lo otro y dedicar nuestras vidas a conseguir que esto se termine. No creo que haya nada más urgente. Yo quiero poder bailar, tener amigos y enamorados, y dibujar historietas para mis compañeros. Pero, antes, quiero que esto se termine. Lo que siento se llama incredulidad y horror. Decepción. Me deprime pensar que esta es la realidad básica de nuestro mundo y que, de hecho, todos participamos en lo que ocurre. No fue esto lo que yo quería cuando me trajeron a esta vida. No es esto lo que esperaba la gente de aquí cuando vinieron al mundo. Este no es el mundo en que tú y mi papi querían que yo viviera cuando decidieron tenerme”.

Luego de ver la obra de teatro que se hizo sobre la base de este y otros textos de Rachel, Mario Vargas Llosa escribió en “El País”: «Para cualquier persona no cegada por el fanatismo, el testimonio de Rachel Corrie sobre una de las más grandes injusticias de la historia moderna —la condición de los hombres y mujeres en los campos de refugiados palestinos, donde la vida es una pura agonía— es, al mismo tiempo que sobrecogedor, un testimonio de humanidad y de compasión que llega al alma (o como se llame ese residuo de decencia que todos albergamos). Para quienes hemos visto de cerca ese horror, la voz de Rachel Corrie es un cuchillo que nos abre una llaga y la remueve».

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