Hay sectores de la oposición que creen que este pueblo es pendejo. Ahora andan con la cantaleta de que el Presidente Chávez “no puede firmar documentos en Cuba como jefe de Estado”, además dicen los sesudos analistas de la derecha que “es una pérdida de soberanía”, “una afrenta a la Constitución”. Pretenden con estas argucias tratar de engañar a un pueblo que vió por décadas como se diseñó y se consumaron los principales proyectos de la nación desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Para nada les luce esa pose de patriotismo artificial. Lejos están ustedes incluso de parecerse a la oligarquía colombiana, peruana, chilena o brasileña; muy, pero muy distantes están de separarse de la lumpen burguesía cuartorepublicana que pregonó el libre mercado, el neoliberalismo bajo la conchupancia del Estado sin ser consecuentes con su propio discurso de lograr ser competitivos, diversificados y económicamente eficientes dentro de la lógica capitalista. El desespero de estos descerebrados no tiene reparo; muy temprano en la mañana preñados de “buenas intenciones” se les ve y escucha por los medios de difusión tratando de ocultar el sol con un dedo. Hablan de eficiencia, de calidad, de compromiso con el desarrollo y se empachan de términos gerenciales que no son capaces de aplicar ni en sus propias casas. Son teóricos del desamparo, del acecho, de la inmundicia y son parte de un sector de la derecha venezolana que no es ni empresaria, ni oligarca, ni mucho menos original; son la nada. Razón tiene André Gunder Frank (1929-2005) al calificarlos de lumpen burguesía.
Nadie
niega que este proceso tenga sus imprecisiones, sus atascos, sus bemoles; mucho
menos podemos ocultar los contratiempos que, por la corrupción y la inconsistencia
ideológica existentes, ha hecho que
muchas ideas planteadas por el Presidente Chávez queden en el mero espacio de
la retórica sin consumarse para el beneficio de las mayorías; no obstante, no
son estos patiquines mediáticos los que nos van a decir dónde se deben o no
firmar los documentos oficiales del jefe de Estado. Pareciera que sus
diminutivas reservas morales –si es que aún las tienen- no les permiten recordar que Carlos Andrés Pérez, antes del
sacudón del Caracazo, regresaba de Davos, Suiza, de una cumbre económica donde
se regodeó con los más rancios asesores del neoliberalismo ¿O es nos vamos a
comer el cuento de que El VIII Plan de la Nación fue ideado y firmado en la
Caracas de Bolívar? ¿O es que vamos a creer el cuento de que Moisés Naín ideó
el paquetazo de Pérez comiéndose una reina pepiada en Chacaito? Pues no.
La
derecha venezolana nunca ha pensado con cabeza propia ni ha firmado en nuestro
país nada que sea estratégico para los intereses de la República. Desde esa
simulación de la llamada “nacionalización del petróleo” hasta el espejismo de
los acuerdos de la apertura petrolera en la era de Luís Guisti, se concibieron en Venezuela. A lo sumo,
dándoles el beneficio de la duda, podemos pensar que lo único venezolano serían
sus vetustez cuerpos apoliyados de tanto jalar mecate en la Casa Blanca para
que les avalaran sus programas de gobierno.
El
Presidente Chávez está facultado para firmar cualquier documento en el
exterior. Incluso, algo que nunca había ocurrido, no sólo los firma ante la
nación por la señal de los medios del Estado, sino además los explica, ofrece
detalles, pregunta y repregunta sobre el curso de los mismos y escucha de sus
ministros las observaciones que nacen en su ejecución. Nada parecido ocurría
aquí antes donde los jefes de Estado pactaban en “cuarto oscuro” de las
oficinotas del FM y el BM el destino de los y las venezolanas. Esa vieja
práctica donde para validar un documento había que ir antes al Congreso de los
Estados Unidos o la OEA se acabó. Los que nos les guste que el Presidente –por
su convalecencia- firme y de instrucciones desde Cuba pues los invito a que
ejerzan su plena libertad de expresión y movilización de tomar un vuelo sin
retorno a los United Estate. Por mí que se vayan para el carajo. No tienen moral
de hablar de protocolo internacional o de diplomacia, quienes nunca ejercieron
por su actitud lacaya una verdadera política internacional donde los Presidentes de Venezuela pudieran caminar con
pies propios y no domesticados por las sugestiones impuestas desde la Embajada de los Estados
Unidos en nuestro país. Cuando un Jefe de Estado en la IV República salía de
gira por el mundo lo hacía gustosamente con el rabo entre las piernas, con las
manos amordazadas y con un discurso circunscrito al protocolo de las
oligarquías en el mundo.
Mariano
Ali
marianoali73@gmail.com
@aliperiodista
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