La perspectiva radical no es antagónica a la revolución
“Por otra parte detener amores es pretender parar el universo. Quien lleva amor asume sus dolores y no lo para el sol ni su reverso”.
Silvio Rodríguez
La historia del pensamiento crítico y revolucionario, siempre ha
perfilado y determinado con claridad los desvíos, así como los atajos que
conducen solo a la restauración del orden explotador al cual se intenta
subvertir. Y no cabe duda de que eso sea así, ya que como sabemos, una
revolución llega hasta donde lo permite su ideología. El capital ofrece caminos
y desvíos mucho más cómodos, desde donde logra mimetizarse, colarse por entre
las venas revolucionarias y condenar cualquier iniciativa impulsada por el
universo de los explotados. La ideología que hegemoniza la conducta, la moral
de quien dirige la ofensiva revolucionaria, es determinante para el curso de la
misma, he allí uno de los retos de la revolución para que logre ser triunfante.
La dirección del proceso revolucionario, que no estudia la teoría
revolucionaria ni las experiencias de lucha en el mundo, que no predica con el
ejemplo, que no estimula espiritualmente a su pueblo, que antepone siempre lo
urgente sobre lo importante, que otorga
concesiones al campo burgués a nombre de la “táctica”, esa táctica que se
traduce en el pacto y la conciliación de clases como rasgos generales. Sobre
éstas desviaciones ideológicas nunca se escapan aquellos cuyas pretensiones
egoístas son de tal magnitud, que terminan abrazando a los explotadores,
defendiendo sus intereses, su discurso etc.
Esta dirección desgastada no convertirá la energía del pueblo en
ejercicio de transformación total de su realidad, por el contrario retrasara su
avance y empuje, condenando su potencia a un mero esfuerzo reformista. En
nuestro país, el rentismo petrolero se expresa ideológicamente en la conducta
egoísta del pueblo, una dependencia absoluta a las políticas del estado,
privando terriblemente el estimulo material, el de las relaciones de mercado.
¿Y dónde queda la conciencia socialista?, subordinada al estimulo material,
impregnada del chorro de petróleo que ahora llega a mas Venezolanos, podríamos
decir entonces que la conciencia socialista, esta relegada por la casa bien
equipada.
Ahora bien, frente a este escenario debemos hacer énfasis en la
caracterización real de la sociedad, las correlaciones de fuerza, los intereses
e ideologías en pugna. Dentro del panorama de confrontación, se perfilan, con
cierta fuerza tres ideologías concretas. La oligárquica y burguesa, cuyo
origen es muy distinto al de la burguesía europea, nuestra burguesía ha sido
parasitaria dependiente de la economía de enclave, la exportación, importación
etc., esa es la que desplegará todo su
arsenal para evitar el triunfo de la revolución, son ellos los padres del
Radonsky y compañía. En segundo lugar tenemos a la pequeña burguesía, esa
que dentro de las fuerzas revolucionarias, se expresa cuando propone hacer la
revolución con las armas melladas del capitalismo, que mantiene intacta la
vieja cultura política de la manipulación de la voluntad, esa ideología es peligrosa
dentro de nuestras filas, es el burgués que todos llevamos por dentro, aún
siendo unos explotados, plantea modelos económicos que no afectan la propiedad
privada sobre los medios de producción, esa ideología es la que negocia,
concilia, convierte el socialismo en un recipiente vacío, en síntesis, plantea
cambiar para que nada cambie. Por último tenemos la ideología revolucionaria,
que aún reconociendo los tiempos, ritmos y dinámicas de la transición hacia el
socialismo, debe nuclearse en fuerza social conciente, salir de su atomización
y prefigurarse como poder, esa ideología es la que asume el socialismo como el Ché,
como la ciencia del ejemplo, es el reparto de la abundancia sobre la base de
las necesidades, potencialidades y capacidades de los individuos con la
sociedad, practicando la conciencia del deber social. También asume que no hay
nada más satisfactorio que el deber cumplido por el prójimo y que no hay
socialismo sin propiedad social sobre los medios de producción administrados
por el pueblo, los trabajadores y el estado, pregona el poder popular como
ejercicio de gobernabilidad y nuevo estado, pero también afirma que el
socialismo no se hace en un solo país, de allí la naturaleza del
internacionalismo proletario como premisa. He allí la perspectiva radical, que
no debe ser ni fundamentalista, ultraizquierdista, ni infantil, sino auténticamente
transformadora, genuinamente revolucionaria.
Por ello debemos enfrentar con todas nuestras fuerzas, la satanización a
la cual ha sido víctima la perspectiva radical revolucionaria, enarbolar las
banderas de la más irreverente batalla de las ideas, bajo el fuego depurador de
la crítica, albergados en el ejemplo de Miguel Enríquez, en el propio Fidel y
el inolvidable Che. Hacer del estudio de las teorías revolucionarias y sus
nuevos retos frente a las nuevas realidades del mundo, una práctica recurrente,
cotidiana, que el encuentro con lo más auténtico y desinteresado del pueblo se
convierta en ejemplo pedagógico. Ser radicales es ir a la raíz de la realidad y
proponer una transformación profunda de la misma, quienes enfrentan a un
radical están más cerca de sus torturadores y sepultureros que de la lucha por
el hombre y la mujer. Se nos está prohibido que el socialismo sea sepultado en
su nombre, no hay más tiempo, la humanidad corre el peligro de auto eliminarse
como especie y Venezuela representa una esperanza de salvación.
¡No hay Pueblo Vencido!
Guillermo Altamar
guillermoaltamar@gmail.com
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