28 mar. 2012

La Covacha Roja. Por: Guillermo Altamar

La perspectiva radical no es antagónica a la revolución


“Por otra parte detener amores es pretender parar el universo. Quien lleva amor asume sus dolores y no lo para el sol ni su reverso”.
Silvio Rodríguez

La historia del pensamiento crítico y revolucionario, siempre ha perfilado y determinado con claridad los desvíos, así como los atajos que conducen solo a la restauración del orden explotador al cual se intenta subvertir. Y no cabe duda de que eso sea así, ya que como sabemos, una revolución llega hasta donde lo permite su ideología. El capital ofrece caminos y desvíos mucho más cómodos, desde donde logra mimetizarse, colarse por entre las venas revolucionarias y condenar cualquier iniciativa impulsada por el universo de los explotados. La ideología que hegemoniza la conducta, la moral de quien dirige la ofensiva revolucionaria, es determinante para el curso de la misma, he allí uno de los retos de la revolución para que logre ser triunfante.

La dirección del proceso revolucionario, que no estudia la teoría revolucionaria ni las experiencias de lucha en el mundo, que no predica con el ejemplo, que no estimula espiritualmente a su pueblo, que antepone siempre lo urgente sobre lo importante,  que otorga concesiones al campo burgués a nombre de la “táctica”, esa táctica que se traduce en el pacto y la conciliación de clases como rasgos generales. Sobre éstas desviaciones ideológicas nunca se escapan aquellos cuyas pretensiones egoístas son de tal magnitud, que terminan abrazando a los explotadores, defendiendo sus intereses, su discurso etc.

Esta dirección desgastada no convertirá la energía del pueblo en ejercicio de transformación total de su realidad, por el contrario retrasara su avance y empuje, condenando su potencia a un mero esfuerzo reformista. En nuestro país, el rentismo petrolero se expresa ideológicamente en la conducta egoísta del pueblo, una dependencia absoluta a las políticas del estado, privando terriblemente el estimulo material, el de las relaciones de mercado. ¿Y dónde queda la conciencia socialista?, subordinada al estimulo material, impregnada del chorro de petróleo que ahora llega a mas Venezolanos, podríamos decir entonces que la conciencia socialista, esta relegada por la casa bien equipada.

Ahora bien, frente a este escenario debemos hacer énfasis en la caracterización real de la sociedad, las correlaciones de fuerza, los intereses e ideologías en pugna. Dentro del panorama de confrontación, se perfilan, con cierta fuerza tres ideologías concretas. La oligárquica y burguesa, cuyo origen es muy distinto al de la burguesía europea, nuestra burguesía ha sido parasitaria dependiente de la economía de enclave, la exportación, importación etc., esa es la que desplegará  todo su arsenal para evitar el triunfo de la revolución, son ellos los padres del Radonsky y compañía. En segundo lugar tenemos a la pequeña burguesía, esa que dentro de las fuerzas revolucionarias, se expresa cuando propone hacer la revolución con las armas melladas del capitalismo, que mantiene intacta la vieja cultura política de la manipulación de la voluntad, esa ideología es peligrosa dentro de nuestras filas, es el burgués que todos llevamos por dentro, aún siendo unos explotados, plantea modelos económicos que no afectan la propiedad privada sobre los medios de producción, esa ideología es la que negocia, concilia, convierte el socialismo en un recipiente vacío, en síntesis, plantea cambiar para que nada cambie. Por último tenemos la ideología revolucionaria, que aún reconociendo los tiempos, ritmos y dinámicas de la transición hacia el socialismo, debe nuclearse en fuerza social conciente, salir de su atomización y prefigurarse como poder, esa ideología es la que asume el socialismo como el Ché, como la ciencia del ejemplo, es el reparto de la abundancia sobre la base de las necesidades, potencialidades y capacidades de los individuos con la sociedad, practicando la conciencia del deber social. También asume que no hay nada más satisfactorio que el deber cumplido por el prójimo y que no hay socialismo sin propiedad social sobre los medios de producción administrados por el pueblo, los trabajadores y el estado, pregona el poder popular como ejercicio de gobernabilidad y nuevo estado, pero también afirma que el socialismo no se hace en un solo país, de allí la naturaleza del internacionalismo proletario como premisa. He allí la perspectiva radical, que no debe ser ni fundamentalista, ultraizquierdista,  ni infantil, sino auténticamente transformadora, genuinamente revolucionaria. 

Por ello debemos enfrentar con todas nuestras fuerzas, la satanización a la cual ha sido víctima la perspectiva radical revolucionaria, enarbolar las banderas de la más irreverente batalla de las ideas, bajo el fuego depurador de la crítica, albergados en el ejemplo de Miguel Enríquez, en el propio Fidel y el inolvidable Che. Hacer del estudio de las teorías revolucionarias y sus nuevos retos frente a las nuevas realidades del mundo, una práctica recurrente, cotidiana, que el encuentro con lo más auténtico y desinteresado del pueblo se convierta en ejemplo pedagógico. Ser radicales es ir a la raíz de la realidad y proponer una transformación profunda de la misma, quienes enfrentan a un radical están más cerca de sus torturadores y sepultureros que de la lucha por el hombre y la mujer. Se nos está prohibido que el socialismo sea sepultado en su nombre, no hay más tiempo, la humanidad corre el peligro de auto eliminarse como especie y Venezuela representa una esperanza de salvación.

¡No hay Pueblo Vencido! 

Guillermo Altamar   
guillermoaltamar@gmail.com

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